Capítulo XVI: El señor Isidoro
El Sr. Isidoro (cuyo nombre obviamente es otro) fue un pintoresco cliente de ésos que me busqué, bastante pintoresco (muy simpático, eso sí), y con el que me alegro bastante de haber tomado ciertas precauciones, como haber pedido el dinero por adelantado.
Empezando desde el principio.
Trabé contacto con Isidoro por medio de una ex-compañera de estudios, que se había pasado al mundo de la banca privada, y el tal Isidoro era cliente suyo en el banco, y un día me comentó que le había hablado de cierto problema que tenía con su comunidad de vecinos, a cuenta de unas humedades que le habían dejado el local del negocio que tenía en el bajo hecha unos zorros.
Por lo visto, el sistema de desagüe del portal no funcionaba como era debido, y ya había dado problemas anteriormente, anteriormente había inundado un gimnasio que había en una lonja anexa y la cosa había ido a juicio, dandole la razón la sentencia al gimnasio. Por lo tanto, el asunto parecía fácil.
Nos reunimos con Isidoro, nos expuso el tema, y haciendo cálculos, le hicimos una previsión de gastos, solo que esta vez sí tuve la precaución de pedirle una provisión de fondos (la pasta por adelantado, dicho en cristiano), y pagó sin rechistar.
Del caso de las humedades en sí, podría narrar las horas buscando jurisprudencia, preparando un borrador de demanda, estudiando el expediente del otro juicio, las conversaciones con el abogado del gimnasio, el dueño del gimnasio, la administradora de la comunidad, el abogado de la comunidad (un tipo simpático pero bastante liante, y con quien el azar me hizo coincidir en un curso del Colegio de Abogados), idas y venidas a su lonja...
La cosa quedó en el aire, ya que, entre otras cosas, Isidoro no se terminaba a animar a lanzar la demanda, dicho sea de paso porque, como me enteré más tarde, él debía unos cuántos meses (como más de 20) a la comunidad en concepto de cuotas, y también andaba en juicios por este concepto, y su intención era compensar la deuda que él tenía con los daños que habían provocado las filtraciones de aguas.
Un asunto bastante normal, rozando lo psicodélico a veces, pero cotidiano en el mundo de la abogacía. Posturas encontradas y alguien que se encabezona (¿de qué me sonará un copropietario que se encabezona contra la comunidad de vecinos?)
La cosa era bien simple. Unas filtraciones habían provocado unos daños en su negocio, y en el pasado en el gimnasio. El gimnasio había llevado a juicio a la comunidad y lo había ganado (aunque andaban en recursos y ejecuciones) y el séñor Isidoro, al olor de las sardinas, quería, legítimamente, que la comunidad se hiciera cargo. Razón tenía, sí pero claro, prefiere tomarse las cosas por su mano e impagar alegremente las cuotas. Y además, al hablar con la comunidad me entero de cosas como que se había tratado el tema en las reuniones y él o pasaba de las reuniones o se negaba a solucionar el tema civilizadamente.
El tema se complicaba, pero la parte graciosa consiste en que no es el único tema que llevé a Isidoro, y tampoco el más frustrante. Pero mañana sigo, que no conviene hacer entradas demasiado largas, y sé lo mucho que gusta a los lectores que les deje en ascuas >:]
Esto se parece demasiado a un lío que hubo en mi comunidad de vecinos... qué recuerdos xD.
ResponderEliminarMenos mal que le cobraste por adelantado (táctica de Pedro de toda la vida, pero a veces conviene xD).