Olentzero, o Papá Nöel, para gustos o filiaciones políticas varias, ha tenido a bien traerme un instrumento con el que hacer el mal, un escáner multifunción, con el que por fin podré tener en formato digital todas esas fotos que tenía pululando por casa, con pruebas incriminatorias e imágenes comprometedoras (aunque la mayoría al que comprometen es a mí).
Y para rellenar esa entrada, he decidido escanear dos fotos a las que tengo cierto cariño:
Santa Pola, alguna vez lo he comentado, es el lugar donde solía veranear, con playa, amigos, diversión, un lugar especial, que hacía que las vacaciones de verano fueran mágicas, y una parte del pasado que no me gustaría olvidar nunca. En Santa Pola me emborraché, me enamoré, me enfadé, reí, lloré, me divertí, me peleé, aprendí muchas cosas y conocí a mucha gente importante... y no sigo, que no me quiero poner moñas.
18 añitos tenía, todavía un crío, pero ya mayor de edad, y para celebrarlo nos fuimos al monte a hacer litros, botellón, que lo llaman ahora, a la antigua zona de la Mina del Morro, hoy edificada, y nos dio el puntazo de ir encorbatados, como más o menos se ve en la foto, y los que salen son más o menos mi cuadrilla de la época. No están todos los que eran, ni eran todos los que están (hay gente que no sé muy bien qué pintaba ahí, la verdad) pero fue un día muy divertido y un día señalado, en la época de mis primeras juergas, poco antes de empezar la universidad.
Pues eso, que ya tengo escáner.
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