El protagonista de esta historia
Con el tiempo que ha pasado es probable que no recuerde todos los detalles de la historia con exactitud, y lógicamente lo estoy contando desde mi punto de vista subjetivo, pero en todo caso lo que sucedió se parecerá bastante a esto:
Corría el año 2000, y en Avilés se celebraban las CLN (Convivencias Lúdicas Nacionales), unas jornadas de rol con bastante solera, que incluían alojamiento gratuito, en este caso en un colegio. Y resulta que en ese colegio había un simpático caracol de cartón-piedra al que unos anónimos miembros de mi club de rol decidieron tomar en adopción y bautizándolo con el nombre de Rigoberto, llevárselo, y lucirlo de jornada en jornada, como símbolo de las CLN.
Llegó 2001, y con él las CLN de Vitoria, en el gélido gulaj de Gamarra, bajo un polar frío de la primavera alavesa. Y allí estaba Rigoberto, como mascota oficiosa de las jornadas.
No recuerdo muy bien cuándo, creo que fue al final de las jornadas, unos miembros de otro club de rol tuvieron a bien forzar la puerta del coche en el que estaba Rigoberto, y pensando que sería gracioso, robarlo. Teniendo además la osadía de exhibirlo en las jornadas que una semana más tarde organizarían ello. Alegaban que el coche no había sido forzado, que estaba abierto (si será verdad o mentira nunca llegué a saberlo) y que tan ilegítimo era para ellos como para nosotros, por lo que nada les obligaba a devolverlo. Tamaña afrenta exigía tomar medidas, así que Aitor (que por aquel entonces estaba en el club) y yo trazamos el plan para rescatar a Rigoberto.
Las jornadas de esta asociación en cuestión se celebraban en el centro cívico de Deusto, y en la misma sala, bien resguardado con una empalizada de sillas y mesas tenían a Rigoberto, cual becerro de oro, lo que nos obligaba a ser cuidadosos. Había que sustraerles el preciado gasterópodo sin que se dieran cuenta y darse a la fuga con celeridad. Pero claro, no es fácil cuando se trata de un cacharro de esas dimensiones (era tirando a grande).
Analizamos las entradas y salidas posibles del sitio, tanto de la sala en la que estaba recluido Rigoberto como del centro cívico en cuestión. la sala tenía dos puertas: una trasera y poco vigilada, que implicaba meterse dentro del edificio, y otra principal que daba a la calle, pero que exigía cruzar toda la sala, llena de componentes "enemigos". Por tanto, la mejor opción parecía ser la puerta trasera, aunque implicara rodear el centro, y arriesgarse a que saliendo por la principal nos cortaran el paso. Así pues, el plan era que yo vigilaría la puerta principal, distrayendo a los enemigos, y Aitor se hacía con el preciado botín. Con todo el descaro del mundo se hizo con el molusco, y antes de que nadie se hubiera dado cuenta, ya estaba camino del metro. Cuando ya estaba en el lugar seguro y podía irme me di la vuelta y dirigí mis pasos hacia la salida, justo mientras podía escuchar a mi espalda "¡eh, que el caracol no está!"
Así que aceleré y en el punto de rendezvous con Aitor, y cuando estábamos de camino a nuestro local, me suena el móvil, es Edu, presidente del club rival, que me pregunta si me he llevado algo del local. Cuando le confirmamos entre risas que el caracol está en nuestro poder, pasan por todas las fases; negociación, amenaza, súplica, engaño... con tal de que les llevemos de nuevo a Rigoberto, llegando al poco creíble "venga, traedlo, que le hacemos la foto y os lo podéis llevar de nuevo". Pero Rigoberto estaba ya en casita, sano y salvo. El rehén había sido rescatado.
Las semanas que siguieron no estuvieron exentas de cierta polémica, ya que parece ser que había a quien escocía, y nos acusaban, y cito literalmente de haberlo robado "de forma artera y sin estilo" (claro, mucho mejor forzar la puerta de un coche, dónde vamos a parar) y los hubo que llegaron a decir verdaderas tonterías, baladronadas sin fundamento.
Finalmente Rigoberto entró en el programa de protección de caracoles y fue enviado a un lugar seguro, creo que Salamanca, y para evitar más polémicas, no volvió a ir a unas CLN.
La historia tiene también final feliz, puesto que nuestros rivales en la historia acabaron aceptando la "derrota" con humor, y salvo un par de ellos que no eran capaces, todos entendimos que toda la farándula del caracol no era más que un juego, y como tal debía tomarse.
Corría el año 2000, y en Avilés se celebraban las CLN (Convivencias Lúdicas Nacionales), unas jornadas de rol con bastante solera, que incluían alojamiento gratuito, en este caso en un colegio. Y resulta que en ese colegio había un simpático caracol de cartón-piedra al que unos anónimos miembros de mi club de rol decidieron tomar en adopción y bautizándolo con el nombre de Rigoberto, llevárselo, y lucirlo de jornada en jornada, como símbolo de las CLN.
Llegó 2001, y con él las CLN de Vitoria, en el gélido gulaj de Gamarra, bajo un polar frío de la primavera alavesa. Y allí estaba Rigoberto, como mascota oficiosa de las jornadas.
No recuerdo muy bien cuándo, creo que fue al final de las jornadas, unos miembros de otro club de rol tuvieron a bien forzar la puerta del coche en el que estaba Rigoberto, y pensando que sería gracioso, robarlo. Teniendo además la osadía de exhibirlo en las jornadas que una semana más tarde organizarían ello. Alegaban que el coche no había sido forzado, que estaba abierto (si será verdad o mentira nunca llegué a saberlo) y que tan ilegítimo era para ellos como para nosotros, por lo que nada les obligaba a devolverlo. Tamaña afrenta exigía tomar medidas, así que Aitor (que por aquel entonces estaba en el club) y yo trazamos el plan para rescatar a Rigoberto.
Las jornadas de esta asociación en cuestión se celebraban en el centro cívico de Deusto, y en la misma sala, bien resguardado con una empalizada de sillas y mesas tenían a Rigoberto, cual becerro de oro, lo que nos obligaba a ser cuidadosos. Había que sustraerles el preciado gasterópodo sin que se dieran cuenta y darse a la fuga con celeridad. Pero claro, no es fácil cuando se trata de un cacharro de esas dimensiones (era tirando a grande).
Analizamos las entradas y salidas posibles del sitio, tanto de la sala en la que estaba recluido Rigoberto como del centro cívico en cuestión. la sala tenía dos puertas: una trasera y poco vigilada, que implicaba meterse dentro del edificio, y otra principal que daba a la calle, pero que exigía cruzar toda la sala, llena de componentes "enemigos". Por tanto, la mejor opción parecía ser la puerta trasera, aunque implicara rodear el centro, y arriesgarse a que saliendo por la principal nos cortaran el paso. Así pues, el plan era que yo vigilaría la puerta principal, distrayendo a los enemigos, y Aitor se hacía con el preciado botín. Con todo el descaro del mundo se hizo con el molusco, y antes de que nadie se hubiera dado cuenta, ya estaba camino del metro. Cuando ya estaba en el lugar seguro y podía irme me di la vuelta y dirigí mis pasos hacia la salida, justo mientras podía escuchar a mi espalda "¡eh, que el caracol no está!"
Así que aceleré y en el punto de rendezvous con Aitor, y cuando estábamos de camino a nuestro local, me suena el móvil, es Edu, presidente del club rival, que me pregunta si me he llevado algo del local. Cuando le confirmamos entre risas que el caracol está en nuestro poder, pasan por todas las fases; negociación, amenaza, súplica, engaño... con tal de que les llevemos de nuevo a Rigoberto, llegando al poco creíble "venga, traedlo, que le hacemos la foto y os lo podéis llevar de nuevo". Pero Rigoberto estaba ya en casita, sano y salvo. El rehén había sido rescatado.
Las semanas que siguieron no estuvieron exentas de cierta polémica, ya que parece ser que había a quien escocía, y nos acusaban, y cito literalmente de haberlo robado "de forma artera y sin estilo" (claro, mucho mejor forzar la puerta de un coche, dónde vamos a parar) y los hubo que llegaron a decir verdaderas tonterías, baladronadas sin fundamento.
Finalmente Rigoberto entró en el programa de protección de caracoles y fue enviado a un lugar seguro, creo que Salamanca, y para evitar más polémicas, no volvió a ir a unas CLN.
La historia tiene también final feliz, puesto que nuestros rivales en la historia acabaron aceptando la "derrota" con humor, y salvo un par de ellos que no eran capaces, todos entendimos que toda la farándula del caracol no era más que un juego, y como tal debía tomarse.
Y lleva 6 años viviendo felizmente en Gijón, dentro de un robot gigante. :)
ResponderEliminarQué bonita la historia Jokin :-)
ResponderEliminarMuy bonita la historia, me alegro de que al final (la mayoría) os lo tomárais con buen humos.
ResponderEliminarPor cierto, cambia los colores de tu blog, que el botón de "comentar esta entrada" está sumergido por el color de fondo.
Maercs: ¡queremos una prueba de vida!
ResponderEliminar¿Nadie piensa en los pobres niños de Avilés a los que unos malvados roleros les privaron de su querido caracol? Seguro que aún debe haber carteles de "Se Busca", confiando en que siendo un caracol no haya ido muy lejos xD
ResponderEliminarPodemos ir al Quirinal y ver si ofrecen recompensa... :P
ResponderEliminarRigoberto está a buen recaudo en su tierra natal.. y sí Jokin, la historia es más o menos esa, pero hay cosas que hay que mejorar, ya te las contaré un día cuando me acerque a Bilbao, tomando unas cervecitas..
ResponderEliminarLanarch, quires pruebas? las tendras! :P
Besitos
Nyarla