No estaré ahí.
Después de darle muchas vueltas ayer por fin tomé la decisión, y me fui a las oficinas del Bilbao Basket a comunicarles mi decisión de no renovar el abono, por lo que después de 6 temporadas como abonado, la temporada 2010/11 no estaré.
La verdad es que me da un poco de pena, pues este equipo me ha dado muchas alegrías y momentos buenos, con las victorias agónicas, los viajes para seguir al equipo, los momentos groupie con los jugadores, la Piña... Pero poco a poco la ilusión por el Bilbao Basket, como ya he comentado por aquí varias veces, se ha ido diluyendo, y era consciente de que si renovaba este año el abono, posiblemente iba a ir a muy pocos partidos. Y me sale más a cuenta sacarme la entrada cada vez que vaya que pagar el abono, desde luego. El año pasado creo que acabé yendo a 7 partidos.
Además, con el cambio de pabellón no me gustaba nada la localidad que me asignaban. Tanto en la Casilla como en el BEC yo tenía un asiento en primera fila, que en Miribilla se convierte, por arte de birlibirloque en una cuarta fila, y mucho más escorada. Naturalmente, esto no ha sido un detalle que pesara mucho, pero sí, al igual que la marcha de Salgado, una gota que ha colmado el vaso y que ha terminado de inclinar la balanza al "no sigo".
Eso sí, que nadie se piense que esos son los motivos. De hecho, es posible que aunque siguiera ilusionado con el equipo hubiera tomado igualmente la decisión de no abonarme, por factores ajenos al baloncesto, que me harán ir muchos fines de semana afuera de Bilbao. Pero eso no quita que, en efecto, mi ilusión por el equipo fue muriendo.
Y fue muriendo por el tan ansiado por algunos crecimiento. Es obvio que el Bilbao Basket ha ido creciendo, de ser casi un equipo de pueblo, a ser uno de los referentes en la ACB, con todo lo que ello implica; jugadores mejores, pabellón más grande, competiciones europeas... pero el crecimiento tiene su precio, y es que se pierde la esencia de equipo pequeño. Y personalmente me di cuenta de que disfrutaba más cuando era un equipo que peleaba por no bajar, cuando los partidos importantes no eran los del Real Madrid o el Unicaja, sino los del Murcia o el Granada, cuando cada victoria sabía a gloria y las derrotas no suponían un drama. Cuando los jugadores eran accesibles y se podía charlar con ellos al acabar el partido. Y por supuesto, cuando jugaban en el pequeño y céntrico pabellón de la Casilla, donde uno se podía sentar a unos pocos pies de la pista.
Todo eso no volverá, y el crecimiento del equipo trae otras cosas. Como ya he dicho, mejores jugadores, Europa, posibilidad de ganar algún día el título... pero si el precio del crecimiento es ése, yo no lo quiero. Y no puedo decidir que el Bilbao Basket sea lo que era hace 6 años, pero sí puedo elegir bajarme del carro. Ya hace un año estuve a punto de tomar esta decisión, cuando mandaron al equipo al BEC, pero seguí con la esperanza de que la ilusión volviera al volver el equipo a Bilbao. Pero este año me ha servido para descubrir que hay vida después del baloncesto.
No diré que esto ya no es el Bilbao Basket, porque sería una estupidez, pero sí diré que esto ya no es mi Bilbao Basket.
La verdad es que me da un poco de pena, pues este equipo me ha dado muchas alegrías y momentos buenos, con las victorias agónicas, los viajes para seguir al equipo, los momentos groupie con los jugadores, la Piña... Pero poco a poco la ilusión por el Bilbao Basket, como ya he comentado por aquí varias veces, se ha ido diluyendo, y era consciente de que si renovaba este año el abono, posiblemente iba a ir a muy pocos partidos. Y me sale más a cuenta sacarme la entrada cada vez que vaya que pagar el abono, desde luego. El año pasado creo que acabé yendo a 7 partidos.
Además, con el cambio de pabellón no me gustaba nada la localidad que me asignaban. Tanto en la Casilla como en el BEC yo tenía un asiento en primera fila, que en Miribilla se convierte, por arte de birlibirloque en una cuarta fila, y mucho más escorada. Naturalmente, esto no ha sido un detalle que pesara mucho, pero sí, al igual que la marcha de Salgado, una gota que ha colmado el vaso y que ha terminado de inclinar la balanza al "no sigo".
Eso sí, que nadie se piense que esos son los motivos. De hecho, es posible que aunque siguiera ilusionado con el equipo hubiera tomado igualmente la decisión de no abonarme, por factores ajenos al baloncesto, que me harán ir muchos fines de semana afuera de Bilbao. Pero eso no quita que, en efecto, mi ilusión por el equipo fue muriendo.
Y fue muriendo por el tan ansiado por algunos crecimiento. Es obvio que el Bilbao Basket ha ido creciendo, de ser casi un equipo de pueblo, a ser uno de los referentes en la ACB, con todo lo que ello implica; jugadores mejores, pabellón más grande, competiciones europeas... pero el crecimiento tiene su precio, y es que se pierde la esencia de equipo pequeño. Y personalmente me di cuenta de que disfrutaba más cuando era un equipo que peleaba por no bajar, cuando los partidos importantes no eran los del Real Madrid o el Unicaja, sino los del Murcia o el Granada, cuando cada victoria sabía a gloria y las derrotas no suponían un drama. Cuando los jugadores eran accesibles y se podía charlar con ellos al acabar el partido. Y por supuesto, cuando jugaban en el pequeño y céntrico pabellón de la Casilla, donde uno se podía sentar a unos pocos pies de la pista.
Todo eso no volverá, y el crecimiento del equipo trae otras cosas. Como ya he dicho, mejores jugadores, Europa, posibilidad de ganar algún día el título... pero si el precio del crecimiento es ése, yo no lo quiero. Y no puedo decidir que el Bilbao Basket sea lo que era hace 6 años, pero sí puedo elegir bajarme del carro. Ya hace un año estuve a punto de tomar esta decisión, cuando mandaron al equipo al BEC, pero seguí con la esperanza de que la ilusión volviera al volver el equipo a Bilbao. Pero este año me ha servido para descubrir que hay vida después del baloncesto.
No diré que esto ya no es el Bilbao Basket, porque sería una estupidez, pero sí diré que esto ya no es mi Bilbao Basket.
El rey ha muerto. Dios salve al Rey.
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