Como amenacé el otro día, y a falta de nada mejor que contar hoy, toca poblar el blog con historietas de mi época de currito de ETT, y como lo mejor suele ser empezar contando las cosas por el principio, hablaré de las
Fiestas de Llodio
No llevaría ni dos días apuntado a la ETT, cuando recibí el primer encargo. Tenía que plantarme a las 8 de la mañana en Llodio, para ayudar en las tareas de montaje del escenario principal, donde se hacen los conciertos, así que acepté la oferta, y al estilo GTA, el icono de Randstad apareció sobre Llodio en el mapa.
La putada del madrugón se acrecentaba por el hecho de que eran fiestas de Bilbao, y encima el día antes tenía turno de txozna, por lo que tan pronto acabé de servir katxis, a las 12 en punto, hice lo que no había hecho nunca. Irme directamente a casa.
Al día siguiente, madrugón y coche, con tan mala suerte de que los nervios me jugaron una mala pasada, erré el desvío, y no solo me perdí, sino que encima una de las ruedas de mi coche tuvo a bien pincharse. Yo quería avisar de que iba a llegar tarde (brillante manera de empezar en un trabajo), pero no tenía el teléfono de la empresa, y la ETT, los únicos a los que podía llamar, no estaban todavía abiertos.
Total, que entre cambiar la rueda y las vueltas que di hasta que encontré el sitio (bueno, encontrar Llodio no fue especialmente difícil, el problema era saber dónde me había metido yo), a lo que había que sumar lo que tardé en aparcar y encontrar el sitio, pues llegué como 2 horas y pico tarde, con la cara roja y las orejas gachas.
Poco pude responder al capataz cuando me recriminó mi retraso, y solo pude decirle que tenía todo el derecho del mundo a decirme que me fuera por donde había venido, pero por suerte no lo hizo, y me pude poner manos a la obra, y nunca mejor dicho.
El trabajo consistía, como ya he adelantado, en montar el escenario de fiestas, con todo el montón de pesadas tablas y tuberías que ello implica.
Y la verdad, la experiencia fue entretenida, aunque físicamente agotadora, y más cuando me sentía en el deber moral de hacer un esfuerzo extra para compensar el haber llegado tarde. Acabé sudado cual mona, y con las manos encallecidas, pero con algo más de dinero en el bolsillo, pero pensando que no me iban a volver a llamar por haber llegado 2 horas tarde el primer día.
Aunque tan mal no debí de hacerlo, ya que un par de días más tarde me volvieron a llamar de la ETT.
Pero eso ya es otra historia.
Fiestas de Llodio
No llevaría ni dos días apuntado a la ETT, cuando recibí el primer encargo. Tenía que plantarme a las 8 de la mañana en Llodio, para ayudar en las tareas de montaje del escenario principal, donde se hacen los conciertos, así que acepté la oferta, y al estilo GTA, el icono de Randstad apareció sobre Llodio en el mapa.
La putada del madrugón se acrecentaba por el hecho de que eran fiestas de Bilbao, y encima el día antes tenía turno de txozna, por lo que tan pronto acabé de servir katxis, a las 12 en punto, hice lo que no había hecho nunca. Irme directamente a casa.
Al día siguiente, madrugón y coche, con tan mala suerte de que los nervios me jugaron una mala pasada, erré el desvío, y no solo me perdí, sino que encima una de las ruedas de mi coche tuvo a bien pincharse. Yo quería avisar de que iba a llegar tarde (brillante manera de empezar en un trabajo), pero no tenía el teléfono de la empresa, y la ETT, los únicos a los que podía llamar, no estaban todavía abiertos.
Total, que entre cambiar la rueda y las vueltas que di hasta que encontré el sitio (bueno, encontrar Llodio no fue especialmente difícil, el problema era saber dónde me había metido yo), a lo que había que sumar lo que tardé en aparcar y encontrar el sitio, pues llegué como 2 horas y pico tarde, con la cara roja y las orejas gachas.
Poco pude responder al capataz cuando me recriminó mi retraso, y solo pude decirle que tenía todo el derecho del mundo a decirme que me fuera por donde había venido, pero por suerte no lo hizo, y me pude poner manos a la obra, y nunca mejor dicho.
El trabajo consistía, como ya he adelantado, en montar el escenario de fiestas, con todo el montón de pesadas tablas y tuberías que ello implica.
Y la verdad, la experiencia fue entretenida, aunque físicamente agotadora, y más cuando me sentía en el deber moral de hacer un esfuerzo extra para compensar el haber llegado tarde. Acabé sudado cual mona, y con las manos encallecidas, pero con algo más de dinero en el bolsillo, pero pensando que no me iban a volver a llamar por haber llegado 2 horas tarde el primer día.
Aunque tan mal no debí de hacerlo, ya que un par de días más tarde me volvieron a llamar de la ETT.
Pero eso ya es otra historia.
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