Este fin de semana, por cuestiones que no vienen al caso he estado alojado en cierto hotel de Bilbao (el Meliá, el de la foto) que goza de la calificación pentaestelar, y que por eso había reservado.
Lo cierto es que el sitio me gustó, es agradable, está bien situado y sobre todo las habitaciones, por lo menos la que me tocó en suerte están muy bien, sobre todo la gargantuesca cama, de 2x2 metros y terriblemente cómoda, donde da gusto dormir.
El problema viene cuando opto por darme una ducha, y veo que la habitación ya tiene un inquilino, instalado en la bañera. Una araña de tamaño aceptable (no nos engañemos, no era una migala, pero tampoco un ácaro, sus 5 centímetros ya mediría) relajándose tranquilamente en la bañera.
No es ya solo el problema de que servidor sea ligeramente aracnófobo (fobia light, pero fobia al fin y al cabo) sino que da un poco de rabia pagar un pastizal y que la bañera tenga bicho (y qué bicho). Puede ser debido a que por un error logístico le hubieran dado al arácnido la misma habitación que a mí, por lo que decidimos resolver pacíficamente la controversia, utilizando la jurisprudencia de la chancleta, y tras dirimirse el pleito, la araña (o lo que quedaba de ella) tuvo a bien marcharse por el sumidero, no volviendo a dar señales de vida.
Comenté el asunto en recepción, más por informarles que por montarles el número, pues no me apetecía liarme a gritar, y sospecho que hubiera sido mejor la segunda opción, pues la respuesta que obtuve fue tirando a nula. Vamos, como si le llego a decir lo que echaban por la tele.
Lo cierto es que el sitio me gustó, es agradable, está bien situado y sobre todo las habitaciones, por lo menos la que me tocó en suerte están muy bien, sobre todo la gargantuesca cama, de 2x2 metros y terriblemente cómoda, donde da gusto dormir.
El problema viene cuando opto por darme una ducha, y veo que la habitación ya tiene un inquilino, instalado en la bañera. Una araña de tamaño aceptable (no nos engañemos, no era una migala, pero tampoco un ácaro, sus 5 centímetros ya mediría) relajándose tranquilamente en la bañera.
No es ya solo el problema de que servidor sea ligeramente aracnófobo (fobia light, pero fobia al fin y al cabo) sino que da un poco de rabia pagar un pastizal y que la bañera tenga bicho (y qué bicho). Puede ser debido a que por un error logístico le hubieran dado al arácnido la misma habitación que a mí, por lo que decidimos resolver pacíficamente la controversia, utilizando la jurisprudencia de la chancleta, y tras dirimirse el pleito, la araña (o lo que quedaba de ella) tuvo a bien marcharse por el sumidero, no volviendo a dar señales de vida.
Comenté el asunto en recepción, más por informarles que por montarles el número, pues no me apetecía liarme a gritar, y sospecho que hubiera sido mejor la segunda opción, pues la respuesta que obtuve fue tirando a nula. Vamos, como si le llego a decir lo que echaban por la tele.
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