Este fin de semana, que me voy a los Rúnicos, usaré el coche. Pero no mi coche, que fue dado de baja, sino uno que he alquilado. Un Volkswagen Polo como el de la foto. Para ser exactos, el de la foto.
Y la cosa ha empezado con susto desde el principio, ya que cuando me he personado en las oficinas de Avis me han pedido la documentación; DNI, carné de conducir y tarjeta de crédito. Le doy la tarjeta y me dice que no vale, que es de débito. Le doy otra tarjeta y me dice que también es de débito. Le doy una tercera y lo mismo. Y si no hay tarjeta de crédito no hay tutía. Ni pago en efectivo, ni depósito ni hijo primogénito dejado en prenda. O le mostraba una tarjeta de crédito, o me iba a Errenteria andando.
En ese momento me quedo pálido, y empiezo a tirar de conocidos. Y o no tienen tarjeta, o no están en Bilbao. Suena la campana y Rubén resulta tener tarjeta, pero está viniendo del trabajo desde Barakaldo. Son las 19:05 y el sitio cierra a las 19:30. Y la persona del mostrador me indica que si no llega a las 19:30, no me pueden dar el coche.
Momentos de máxima tensión...
Para agilizar las cosas, le digo que me vaya explicando el resto de condiciones, y de paso le pregunto cómo diferencia a simple vista una tarjeta de crédito de una de débito. Y ella me responde que las de crédito suelen tener los números en relieve. Vaya, asombrosa coincidencia, como la tarjeta de la BBK que le había enseñado al principio, y que me había dicho que no valía.
Me dice que va a probar a ver si funciona y, casualidades de la vida, la tarjeta funciona. Era de crédito. Claro, eso no lo podía haber comprobado antes y ahorrarme el susto. Total, que pasa la tarjeta, hago la gestión, y me dan la llave y el coche. Pese al amago de percance, mañana tendré cómo ir a las jornadas.
Y la cosa ha empezado con susto desde el principio, ya que cuando me he personado en las oficinas de Avis me han pedido la documentación; DNI, carné de conducir y tarjeta de crédito. Le doy la tarjeta y me dice que no vale, que es de débito. Le doy otra tarjeta y me dice que también es de débito. Le doy una tercera y lo mismo. Y si no hay tarjeta de crédito no hay tutía. Ni pago en efectivo, ni depósito ni hijo primogénito dejado en prenda. O le mostraba una tarjeta de crédito, o me iba a Errenteria andando.
En ese momento me quedo pálido, y empiezo a tirar de conocidos. Y o no tienen tarjeta, o no están en Bilbao. Suena la campana y Rubén resulta tener tarjeta, pero está viniendo del trabajo desde Barakaldo. Son las 19:05 y el sitio cierra a las 19:30. Y la persona del mostrador me indica que si no llega a las 19:30, no me pueden dar el coche.
Momentos de máxima tensión...
Para agilizar las cosas, le digo que me vaya explicando el resto de condiciones, y de paso le pregunto cómo diferencia a simple vista una tarjeta de crédito de una de débito. Y ella me responde que las de crédito suelen tener los números en relieve. Vaya, asombrosa coincidencia, como la tarjeta de la BBK que le había enseñado al principio, y que me había dicho que no valía.
Me dice que va a probar a ver si funciona y, casualidades de la vida, la tarjeta funciona. Era de crédito. Claro, eso no lo podía haber comprobado antes y ahorrarme el susto. Total, que pasa la tarjeta, hago la gestión, y me dan la llave y el coche. Pese al amago de percance, mañana tendré cómo ir a las jornadas.
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