jueves, 28 de julio de 2011

Incesante ring-ring

¡Argh!

Hay días en los que dan ganas de pegar fuego al teléfono. Días en los que no para de sonar. Días en los que atiendes una llamada, y cuando la terminas, apenas has colgado el teléfono y ya está sonando. Encima tienes que ser amable, por saturado que estés, y ofrecer tu mejor sonrisa telefonica, consciente de que quien llama no tiene culpa de ser la octava llamada seguida.

El teléfno que hay días en los que no te deja ni trabajar, que en cuanto te pones a hacer algo suena y te descentra. Llamadas repetitivas, llamadas con consultas que a veces no terminas de entender, y lo que es peor. Llamadas normales de personas normales y educadas, sin un gilipollas que echar al zurrón, sin una triste anécdota que contar.

Eso es lo peor. Cuando para desahogarte no puedes echarle la culpa a nadie. Hoy me tocaba a mí atender el teléfono y han entrado muchas llamadas. Bueno, qué se le va a hacer, va en el sueldo.

Pero como desahogarse es gratis...

¡La próxima vez que suene, voy a pegar fuego al puto teléfono!

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