Disfrutando de unos helados pisanos.
Había dejado el relato en Niza, donde poco hay que contar, salvo el tren que nos llevaría a Italia:
Niza-Ventimiglia: Apretados cual sardinas, no nos toca ventanilla.
Efectivamente, el tren iba hasta los topes, ya que aquello debía de hacer las veces de cercanías, y siendo las 8 de la mañana, el aire para respirar era un bien valioso. Como único incidente reseñable de aquel viaje, una parada obligatoria tras pasar Mónaco, debido a problemas digestivos. Pero aquí no entraremos en detalles. Y en Ventimiglia (Miribiglia, que es como la llamábamos) poca cosa salvo decir "eh, estamos ya en Italia", y coger el siguiente tren.
Ventimiglia-Genova: Solo llevamos un día, y ya estamos más tirados que una escoba.
Habíamos dormido poco, mal y en un tren. Y claro, eso se notaba. En Genova poca hostia. Comer, discutir destinos y planificar el viaje. Siguiente tren:
Genova-Pisa: Recorremos Italia, ligeros como la brisa.
De Pisa ya sí hay más cosas que contar. En Pisa, tras mucho andar, encontramos el albergue. Está sucio, alejado y da miedo. Pero tiene camas, ¡camas! Así que dejamos ahí los bártulos, nos aseamos un poco y nos vamos a la zona turística. Uno no puede ir a Pisa y no ver la torre inclinada.
Y vaya si la vimos. Tuvimos además la grandísima suerte de que ese día fuera uno de los pocos días en los que se podía entrar por la noche. Por lo visto, por aquel entonces (no sé cómo estará ahora el tema), solo la abrían al público por la noche una vez cada X tiempo (creo que cada dos semanas), y justo coincidió que ese día era uno de ellos. Así que pudimos entrar y ver Pisa desde lo alto. Además, yo tenía el resquemor, de mi anterior estancia en Pisa, de no haber podido subir a la torre, y así me pude quitar la espina. El recuerdo que tengo es escaleras, muchas escaleras de caracol, y la sensación de mareo, como si estuviera uno borracho.
Y tras la torre (pena que no tenga fotos de calidad) a por helados. Y una cosa curiosa, que no tengo documentada y que nunca volví a encontrar: en una fuente del pueblo había un escudo grabado. Ese escudo era clavadito al logotipo de Umbrella Corp. Por si acaso, no bebimos de esa fuente, claro.
Ventimiglia-Genova: Solo llevamos un día, y ya estamos más tirados que una escoba.
Habíamos dormido poco, mal y en un tren. Y claro, eso se notaba. En Genova poca hostia. Comer, discutir destinos y planificar el viaje. Siguiente tren:
Genova-Pisa: Recorremos Italia, ligeros como la brisa.
De Pisa ya sí hay más cosas que contar. En Pisa, tras mucho andar, encontramos el albergue. Está sucio, alejado y da miedo. Pero tiene camas, ¡camas! Así que dejamos ahí los bártulos, nos aseamos un poco y nos vamos a la zona turística. Uno no puede ir a Pisa y no ver la torre inclinada.
Y vaya si la vimos. Tuvimos además la grandísima suerte de que ese día fuera uno de los pocos días en los que se podía entrar por la noche. Por lo visto, por aquel entonces (no sé cómo estará ahora el tema), solo la abrían al público por la noche una vez cada X tiempo (creo que cada dos semanas), y justo coincidió que ese día era uno de ellos. Así que pudimos entrar y ver Pisa desde lo alto. Además, yo tenía el resquemor, de mi anterior estancia en Pisa, de no haber podido subir a la torre, y así me pude quitar la espina. El recuerdo que tengo es escaleras, muchas escaleras de caracol, y la sensación de mareo, como si estuviera uno borracho.
Y tras la torre (pena que no tenga fotos de calidad) a por helados. Y una cosa curiosa, que no tengo documentada y que nunca volví a encontrar: en una fuente del pueblo había un escudo grabado. Ese escudo era clavadito al logotipo de Umbrella Corp. Por si acaso, no bebimos de esa fuente, claro.
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