Es frecuente en los centros de trabajo, que cuando alguien cumple años lleve, para compartir con los compañeros, pastas, bombones, trufas o similares. Y cuando coincide que es una plantilla relativamente amplia, pues esto puede suceder con una relativa frecuencia.
Esta costumbre, que a primera vista parece maravillosa, es realmente una putada. Sobre todo cuando te plantan la caja de bombones al lado de la mesa y tienes que pasar al lado unas cuántas veces, viendo a esos pequeños y deliciosos cabroncetes marrones poner a prueba la fuerza de voluntad. Por puro placer, arramplaría la caja y no deharía títere con cabeza, pero hay que controlarse un poco, y he sido capaz hoy de limitarme a comer uno, de cortesía.
Pero a medida que se acerca la hora de comer, se hace cada vez más y más difícil no hacer una incursión a la caja. Incursión que, cueste lo que cueste, no haré. Que ya, para la hora que es, puedo aguantar hasta la comida. Y que este desahogo literario me sirva para aguantar mejor el trance.
Esta costumbre, que a primera vista parece maravillosa, es realmente una putada. Sobre todo cuando te plantan la caja de bombones al lado de la mesa y tienes que pasar al lado unas cuántas veces, viendo a esos pequeños y deliciosos cabroncetes marrones poner a prueba la fuerza de voluntad. Por puro placer, arramplaría la caja y no deharía títere con cabeza, pero hay que controlarse un poco, y he sido capaz hoy de limitarme a comer uno, de cortesía.
Pero a medida que se acerca la hora de comer, se hace cada vez más y más difícil no hacer una incursión a la caja. Incursión que, cueste lo que cueste, no haré. Que ya, para la hora que es, puedo aguantar hasta la comida. Y que este desahogo literario me sirva para aguantar mejor el trance.
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