Aprovecho un rato de asueto para escribir desde Moscú. Efectivamente, he llegado sin incidentes raros, y hago una breve exposición del viaje de venida.
El lunes, viaje a Moscú vía Munich. Llegamos, y 4 horas en el aeropuerto. La gente habla raro y los carteles son difíciles de entender.
A las 7 de la mañana cogemos el tren que nos lleva al centro y allí catamos el fresco moscovita, que no es ni de menos tan terrible como nos temíamos. Damos una vueltilla y probamos, tras muchas vueltas, el famoso metro moscovita (bastante más tranquilo que en 2033). Por fin nos vamos al hotel, que está por donde Cristo perdió la txapela, pero cómodo y limpio.
Una siestecilla y volvemos al centro para cenar. Pero antes una frustrante sesión de tomar unas bebida en un bar, pues la incomunicación resulta dura por la barrera idiomática. Aquí casi nadie sabe inglés, y bendigo aquel curso de ruso que hice hace años.
La cena, con guía local y en un sitio típico, con comida rusa de verdad. Y luego al hotel de nuevo. A dormir. De camino, haciendo el mono con la nieve. Nieve. Mucha nieve. la hostia de nieve. Nunca he visto tanta nieve.
Hoy por la mañana, algo más de turisteo. Hemos visto el Kremlin, con su salón de armas, las catedrales rusas y la Plaza Roja. allí me doy el gustazo de sacar la Nintendo DS y ponerme a jugar al Tetris. la tumba de Lenin no he podido verla, que ya estaban cerrando. Lo intentaremos de nuevo el viernes.
Y para comer, algo tan típico como un McDonalds, donde resulta difícil hacerse entender pero donde hay wi-fi gratis.
El lunes, viaje a Moscú vía Munich. Llegamos, y 4 horas en el aeropuerto. La gente habla raro y los carteles son difíciles de entender.
A las 7 de la mañana cogemos el tren que nos lleva al centro y allí catamos el fresco moscovita, que no es ni de menos tan terrible como nos temíamos. Damos una vueltilla y probamos, tras muchas vueltas, el famoso metro moscovita (bastante más tranquilo que en 2033). Por fin nos vamos al hotel, que está por donde Cristo perdió la txapela, pero cómodo y limpio.
Una siestecilla y volvemos al centro para cenar. Pero antes una frustrante sesión de tomar unas bebida en un bar, pues la incomunicación resulta dura por la barrera idiomática. Aquí casi nadie sabe inglés, y bendigo aquel curso de ruso que hice hace años.
La cena, con guía local y en un sitio típico, con comida rusa de verdad. Y luego al hotel de nuevo. A dormir. De camino, haciendo el mono con la nieve. Nieve. Mucha nieve. la hostia de nieve. Nunca he visto tanta nieve.
Hoy por la mañana, algo más de turisteo. Hemos visto el Kremlin, con su salón de armas, las catedrales rusas y la Plaza Roja. allí me doy el gustazo de sacar la Nintendo DS y ponerme a jugar al Tetris. la tumba de Lenin no he podido verla, que ya estaban cerrando. Lo intentaremos de nuevo el viernes.
Y para comer, algo tan típico como un McDonalds, donde resulta difícil hacerse entender pero donde hay wi-fi gratis.
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