Llegó la temida migración en el curro. No, no es que me hayan cambiado de destino, de oficina ni de mesa. Por no cambiar, no he cambiado ni de bolígrafo. Lo que ha cambiado es la configuración del ordenador, la principal herramienta de trabajo, donde hoy me han instalado el Windows 7 y el Microsoft Office 2010. Y debo decir, por si no fuera obvio, que no soy ningún admirador de ninguno de ellos.
En informática hay una máxima que es "si algo funciona, no lo toques", y la experiencia dice que siempre que nos han cambiado un programa por otro, el cambio ha acabado siendo a peor. Además, le tengo tirria personal tanto al Windows 7 (dicen que es mejor que el Vista, pero también es mejor beber vinagre que orina, y no por eso voy a hacer ninguna de las dos cosas), de hecho, tengo el XP configurado para modo clásico. Es una de mis cabezonerías, lo sé, pero si me gusta una configuración, odio tener que cambiarla.
Mi otra tirria, y esta más gorda va hacia el Office 2010, que revoluciona completamente toda la interfaz clásica, de modo que uno debe olvidar todo lo que sabe... pues de poco lo va a servir. Las cosas más simples se encuentran en otro sitio. Y sí, vale, uno se acaba acostumbrando, pero... ¿era necesario cambiarlo todo de sitio? ¿No podían haber dejado la opción de tener las cosas como antes?
Ahora todo es nuevo, todo está cambiado, y tengo que andar perdiendo el tiempo aprendiéndome dónde está cada cosa. Eso sin contar con las complicaciones que de por sí traen estos cambios, como que ahora, al menos de momento, no puedo imprimir a doble cara, o que todo vaya más lento.
Y obviamente consejos del tipo "instala linux", "hazte particiones", etc. se agradecen pero no sirven de mucho, ya que este cambio viene por lógica imposición (es el ordenador del curro, es lo que hay), puesto que si de mí dependiera, tan a gusto que me habría quedado con el XP de toda la vida. Y naturalmente, configurado como lo tenía, para parecerse al 98.
Bueno, pues ya he despotricado a gusto.
En informática hay una máxima que es "si algo funciona, no lo toques", y la experiencia dice que siempre que nos han cambiado un programa por otro, el cambio ha acabado siendo a peor. Además, le tengo tirria personal tanto al Windows 7 (dicen que es mejor que el Vista, pero también es mejor beber vinagre que orina, y no por eso voy a hacer ninguna de las dos cosas), de hecho, tengo el XP configurado para modo clásico. Es una de mis cabezonerías, lo sé, pero si me gusta una configuración, odio tener que cambiarla.
Mi otra tirria, y esta más gorda va hacia el Office 2010, que revoluciona completamente toda la interfaz clásica, de modo que uno debe olvidar todo lo que sabe... pues de poco lo va a servir. Las cosas más simples se encuentran en otro sitio. Y sí, vale, uno se acaba acostumbrando, pero... ¿era necesario cambiarlo todo de sitio? ¿No podían haber dejado la opción de tener las cosas como antes?
Ahora todo es nuevo, todo está cambiado, y tengo que andar perdiendo el tiempo aprendiéndome dónde está cada cosa. Eso sin contar con las complicaciones que de por sí traen estos cambios, como que ahora, al menos de momento, no puedo imprimir a doble cara, o que todo vaya más lento.
Y obviamente consejos del tipo "instala linux", "hazte particiones", etc. se agradecen pero no sirven de mucho, ya que este cambio viene por lógica imposición (es el ordenador del curro, es lo que hay), puesto que si de mí dependiera, tan a gusto que me habría quedado con el XP de toda la vida. Y naturalmente, configurado como lo tenía, para parecerse al 98.
Bueno, pues ya he despotricado a gusto.
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