martes, 15 de enero de 2013

De ciegos y sordos

No me chilles, que no te veo. 

Las clases de teatro son divertidas, claro. Como debe ser. Pero algunas, como la de ayer, resultan especialmente tronchante, gracias a un ejercicio de improvisación que consiguió arrancarnos feroces carcajadas.

Primero había que hacer una escena actuando como si fuéramos ciegos. Concretamente una de ellas era de ciegos discuiendo por una entrada en la ópera, y antes habíamos hecho una discutiendo sobre quién fregaba los platos. Esas fueron graciosas. 

Pero las verdaderas risas vinieron haciendo de sordos, gritando como descosidos y descontextualizando toda frase que escuchábamos. La escena iba sobre ropa sucia y entrevistas de trabajo, y un no parar de reír. Sobre todo cuando para tomar un poco el pelo al profesor, empezamos el ejercicio, con sordera incluida, antes de tiempo. 

Me lo suelo pasar bastante bien en clase, pero la de ayer fue digna de mención, pues hacía mucho que no me reía tanto.

¿Qué dices de las clases de canto?

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