Creación jokinesca.
No soy especialmente dado a la respostería, ni a la cocina en general. Pero últimamente algunos compañeros de la oficina han tomado la costumbre de llevar los viernes cosas de comer al trabajo, cosas manufacturadas, y como al final siempre me acaban ofreciendo, pues esta vez me animé a hacer lo que se ve en la tarta. A pesar de su aspecto, es una sencilla tarta de yogur y galleta, de las que venden casi hechas en los supermercados.
El proceso es fácil: mezclar uno de los sobres con mantequilla derretida (casi quemo la cocina derritiéndola, pero solo casi), y el otro sobre con yogur, y menearlo bien. El resto, un poco de colorante azul, corazones de azúcar machacados para dar la cobertura, y como adorno una fresa.
El resultado, una tarta fácil y efectiva, y exitoso el experimento que demuestra que instintivamente el color de la comida afecta a su sabor, pues casi nadie fue capaz de detectar que sobre todo sabía a yogur de macedonia.
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