La plaza del hotel, pero tiene más agua y cae de arriba.
Escribiendo desde Lisboa, donde la protagonista de la historia está siendo la lluvia. La lluvia nos recibió al llegar al aeropuerto, donde cogimos el metro hacia el hotel. Y al salir de la boca de metro, lluvia torrencial, que nos invita a comprar un paraguas a unos rumanos que pasaban por ahí. Nos alojamos y aprovechando que se tranquiliza un poco la lluvia, salimos a comer a una agradable tasca.
De sobremesa, al tener toda la ropa mojada, una de ir de compras a un par de centros comerciales (básicamente, mercadillos gitanos), y luego a la Rua Augusta, en cuyo H&M encuentro una sudadera majilla.
Ya con la sudadera, abrigada y seca, damos una vueltilla hasta la bella plaza del comercio, donde un nuevo chaparrón nos hace ir corriendo, casi nadando, hacia el hotel. Una vez allí, la lluvia no invita a salir, pero tocaba cenar, así que aprovechando un alto el fuego, cruzamos la calle. Craso error: cuando estamos cenando, el mismo Océano Atlántico en persona empieza a concentrarse sobre ese punto de Lisboa, y eso hace que la ropa llegue literalmente empapada al hotel.
La experiencia del día anterior nos lleva nuevamente de compras, y me hago con un cómodo chubasquero en El Corte Inglés. Ya puedo turistear.
Por la mañana vemos el museo Gulbenkian, con una buena exposición de arte antiguo (egipcios, griegos, persas...) y menos antiguo (Rembrandt, Van Dyck,,,) Interesante, pero algo desaprovechado.
Por la tarde subimos el ascensor de Santa Justa y vemos las ruinas de la catedral de Carmo, o lo que quedó de ella tras el terremoto de hace 3 siglos que arrasó Lisboa. Y ya para terminar, un paseo en tranvía por Barrio Alto y algo de Alfama.
Mañana más y mejor, y esperemos que menos lluvioso.
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