Primer cubata del año.
Para todo hay una primera vez, y a mis años nunca había ido a un cotillón. No era a priori la idea que más me llamara, ya que ni siquiera soy un entusiasta de la nochevieja, pero de todo (o casi todo) hay que probar, así que nos fuimos al de la sala Rockstar.
Lo cierto es que todos teníamos mejor recuerdo de aquel sitio, y nos pareció bastante cutroso, con unos seguratas muy gorilescos, una música repleta de latinajos y una bolsa de cotillón de escasa calidad, y todo por 40 euros (con 3 consumiciones y copa de cava). Pero estábamos ahí, y había que divertirse.
Entre las cosas divertidas estaba jugar con los globos, o contemplar parte del panorama del local, como ese señor vestido de proxeneta, con sombrero y todo, y todo el aspecto de dedicarse a enseñar su pene en colegios públicos en su tiempo libre. La música, salvo un par de canciones inspiradas (¡Pili ganará, Sararinay!), y algúna horterada noventera, el resto era bastante infumable. Con decir que Pitbull y Juan Magán eran de lo más soportable, lo digo todo. Que me pongan la música que me horrorizaba hace 15 años es pasable, que tiene su punto nostálgico, pero que me pongan la que me horroriza ahora, mola menos. Pero en música la palma se la llevó una especie de "canción" con saxofones (por difícil que parezca, asemejaba una versión molesta de Destination Calabria) a un volumen horriblemente alto, que acabó por espantarnos.
Y a las 5 estaba ya de retirada. Balance: la primera hora y media estuvo divertida, el resto ya no. Pero ahora sí puedo decir que una vez fui a un cotillón y no me convenció.
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