Fotopicazo
La capital de Francia no entraba en nuestros planes iniciales, pero lo bonito del Interraíl es que puedes improvisar bastante. Así que ahí nos plantamos, mochila en ristre, para visitar una de las ciudades más emblemáticas del mundo.
El primer paso era buscar alojamiento, y tras una larga cola en la oficina de turismo supieron darnos indicaciones para encontrar lo que buscábamos: un albergue moderadamente céntrico, limpio y sobre todo pagable.
La visita a París es aderezada por algo que no habíamos visto, creo recordar, desde Florencia. ¿Sabéis eso que es como agua, que cae del cielo, sobre todo en Bilbao? Lluvia, creo que lo llaman. Pues eso.
Pero eso no nos impidió que el primer día fuera de intenso turismo, con subida a la Torre Eiffel (con unas fotos muy chulas, que no sé dónde andan), Campos de Marte (a los que Olga se empeñaba en llamar "Jardines de Júpiter"), Trocadero, Arco del Triunfo, Notredame, Campos Elíseos (con paradas en sus carísimas tiendas para guarecernos de la lluvia)... destacando la visita a los aledaños del museo del Louvre (no llegamos a entrar), que es bastante bonito de ver. Como todo París, en general.
De ahí nos fuimos ya al metro, para volver al albergue, no sin antes hacer una incursión a por crêpês. Y después, a juzgar por las hojas del cuaderno de bitácora, dedicamos un buen rato a hacer el idiota, a jugar a cartas, ajedrez, dominó... y soltar muchas tontadas.
Para muestra, un botón.
No acaban aquí las peripecias parisinas del viaje, pero como no hay que abusar de las entradas largas, y hay que aprovechar para estirar la historia cual chicle, aquí queda la cosa por hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si no estás registrado y no te apetece hacerlo, puedes comentar igualmente usando el usuario genérico:
USUARIO blogcomentarista@gmail.com
CONTRASEÑA Comentario1