Hubo fotos ese día, pero se jodió el carrete.
Hoy se cumplen 10 años de uno de los puntos clave en mi breve y afortunadamente pretérita como abogado, que fue el día en el que me colegié en el Ilustre Colegio de Abogados del Señorío de Vizcaya.
Con el máster prácticamente recién terminado, y por entonces en el despacho del infame "Pedro", yo tenía muy claro que me quería colegiar, que quería dedicarme profesionalmente a la abogacía. Caprichos de juventud, ya se sabe. Igual que desde la perspectiva del tiempo puedo saber en qué quedó todo aquello. Pero entonces no tenía una bola de cristal, así que con ilusión y un traje nuevo me fui al Colegio a recitar el juramento, de memoria me suena que era algo parecido a "prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente con mis obligaciones como abogado, así como el respeto al ordenamiento y las normas, y en especial las deontológicas". Recuerdo estar nervioso como un flan, y que para sorpresa de los presentes, vocalicé perfectamente y sin trabarme.
Ya era un nuevo miembro del Colegio, un abogado en ejercicio, el número 6.469 (era una época en la que se colegiaban abogados como churros) y 1400 euros más pobre.
Al menos salí ganando en una cosa. A pesar de que soy totalmente enemigo de los paraguas, me compré uno para poder ir con el traje y no mojarme, y cuando después del juramento nos fuimos al lunch que acompañaba a la ceremonia le pedí a mi madre que fuera al paragüero a recogerlo. Se confundió y me trajo otro... que era mejor y más grande que el mío.
De todo se saca algo positivo, oye.
De todo se saca algo positivo, oye.
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