El cartel ya lo anuncia: muertos a cascoporro.
Un hombre, un antiguo ladrón sale de la cárcel y se traslada a Banshee, un pequeño pueblecito de Pennsylvannia, en busca de parte de su pasado y huyendo de la otra. Y casualidad llega a la vez que el nuevo sheriff del pueblo, pero al morir este, decide adoptar su identidad y convertirse él en Lucas Hood, el sheriff que impondrá su particular paz en Banshee, un pequeño pueblo lleno de secretos, una comunidad Amish y un poderoso criminal, Kai Proctor.
Banshee podría definirse así: una serie que profundiza en la intrincada psique de los protagonistas -¡PALOS!- y el perpetuo conflicto inherente a la condición humana que -¡TETAS!- en una elaborada trama, tejida con -¡TIROS!- arte, colocando cada una de las piezas de este complejo puzle -¡MÁS TETAS!...
Banshee es como ver porno mientras juegas al GTA, una serie en la que hay que apagar el cerebro para verla, pero mola. No ofrece otra cosa que diversión basada en el exceso. Hay mucha violencia gratuita y mucho sexo sin venir a cuento. Cada capítulo hay al menos una pelea o un tiroteo y raro es el episodio en el que no sale alguna moza apetecible paseando sus tetas en beneficio del protagonista. No es una serie para complicarse la vida sino para tener diversión en una historia de acción con malos muy malos, polis superpolis y caras bonitas.
Rebecca Bowman, una alegría para la vista.(Quien quiera alegrarse la vista con el protagonista masculino puede pinchar aquí)
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