El Ministerio, y no el del tiempo.
Ya va a hacer casi un año que abandoné Chezgarcía, pero dado que estamos en campaña de cumplir con el fisco y que en 2014 pagué unos meses del alquiler, me tuve que poner en contacto con quien fuera mi casero, a fin de que me diera el certificado correspondiente.
Le pregunté, ya que estábamos, qué era del piso, y me contó que una vez hechas las obras (el suelo estaba hecho un asquete por las humedades) lo volvió a poner en alquiler y en diciembre encontró de inquilina, a la sazón una chica que trabaja precisamente de fiscal.
La verdad es que era curiosa la sensación, ya que durante mucho tiempo esa fue mi casa y que ahora haya otra gente viviendo en ella, aunque totalmente lógico, no deja de resultar chocante. Es un poco como cuando descubres que una ex se ha echado novio.
Con esto ya sí que se cierra completamente la etapa de Chezgarcía, un sitio en el que viví durante algo más de seis años y en el que pasé por un montón de cosas, con experiencias buenas y malas de todo tipo. Fiestas, amores, desamores, amistades nuevas (de hecho, fue ahí donde conocí a mi actual novia), discusiones, oposiciones, contacto en muchos aspectos con la vida real... y un recuerdo muy bonito en el global.
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