martes, 14 de abril de 2015

Termina la primera temporada del Ministerio del Tiempo

Los funcionarios más populares del país.

Me ha dado fuerte con esta serie, lo admito. Pero no he sido el único y, la verdad, es algo digno de estudio la repercusión que ha tenido la serie creada por Javier Olivares, con una enorme vida en Internet y redes sociales, habiéndose convertido ya, por derecho propio, en uno de los iconos pop en España y un referente en la ciencia ficción. Si me preguntaran series españolas mejores que esta, dudaría bastante. Y no sé si sabría responder.

"A pesar de ser española es buena" es una afirmación posiblemente tan típica como falaz. Error, el Ministerio del Tiempo no es buena pese a ser española, es buena porque es española. Carece, es verdad, del gran defecto del que adolecen muchas series que se hacen en España, que es el de querer gustar un poco a todo el mundo (con lo que acabas no gustando a nadie) y a cambio tiene virtudes genuinamente españolas, con un montón de referencias culturales a una historia muy rica y un humor que a veces toca lo mortadelesco. Las salidas de Julián, por ejemplo, no me las veo en una serie de otro país. Y el carpetovetónico Alonso de Entrerríos, uno de los mejores regalos que nos ha dado la TV, un clásico instantáneo desde que salió, solo podía ser español. Podría aceptar un Ministerio del tiempo inglés, y puede que uno francés. ¿Pero uno americano? ¡Pardiez, qué cosa más sosa!

Humor, trama interesante y personajes carismáticos. Es difícil dejar uno fuera. Desde el terceto protagonista, donde cada una de sus piezas es totalmente insustituible hasta los secundarios, jugando con personajes históricos que llenan la pantalla, como ese Lorca, ese Velázquez o ese Lope de Vega que dan casi por sí solos para hacer una serie propia.

Una serie que ha sabido ser consciente de sus limitaciones y que se da cuenta de que es mejor pasar olímpicamente de sus propias reglas a fin de dejar que la historia fluya. Que nadie busque coherencia o realismo en el tema de las puertas y los viajes en el tiempo, que no lo va a encontrar. Ni puñetera falta que hace.

Un Ministerio del Tiempo realista tendría más o menos este aspecto.

La serie busca diversión y vaya si la encuentra. Es verdad que hacia el final de la temporada da un giro un poco más serio, que hace que se echen de menos las coñas de funcionarios, y que algunas de las trampas se resuelven de forma un tanto atropellada y puede que tramposa. Pero consigue mantener al espectador entretenido y ha sido capaz de crear un universo propio con un montón de fans, entre los que me incluyo, que dentro de un año estarán ilusionados con el estreno de la segunda temporada.

Esta serie tiene el mérito de conseguir lo que hacía mucho que ninguna serie conseguía, que yo me plantara delante de la tele a una hora concreta para ver algo. Y por eso, El Ministerio del Tiempo se ha ganado un hueco en mi altar de las series.

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