Hopps y Wilde resuelven el caso.
Una de las marcas de la factoría Disney durante mucho tiempo fue la de contar historias con animales antropomorfizados, vestidos como personas y haciendo cosas de personas, siendo el ratón Mickey y el pato Donald los dos mayores exponentes de dicho estilo y en general de la casa. Así que, ¿hay algo más Disney que Zootrópolis, una película sobre una ciudad en la que todos los habitantes son animales?
Sin duda es el escenario ideal para una película repleta de bichos monos, destinados a llenar de peluches los estantes de las jugueterías y detalles visualmente simpáticos, sobre todo cuando la pueblas con referencias (Breaking Bad, Lehman Brothers o el Padrino, sin buscar mucho) o internaso, incluso autoparódicas (ese momento top-manta con la zoomorfización de algunas películas Disney es maravilloso) y muchísimo humor, de ese que hace que las películas de animación acaben a veces gustando más a adultos que a niños.
Pero no se queda en ser simpática y divertida, sino que es una interesante película policíaca, con una trama ágil e interesante y tocando temas que van más allá del "ja, ja, son bichos que hablan", como el racismo, la inclusión social o el miedo como forma de control de las masas, pareciendo en ocasiones una versión moderna de Blacksad. No falta, claro, el clásico "si te lo curras lograrás lo que te propones", pero es que es Disney. Pero Disney del bueno, que igual que pasó con Rompe Ralph y Brave, esta vez Disney y Pixar han vuelto a intercambiar los papeles y Zootrópolis es, aunque no lo sabe, una película de Pixar, y de las buenas.
Divertida, entrañable, interesante y técnicamente fabulosa, Zootrópolis lo tiene todo para ser considerada un auténtico peliculón. De lo mejor que ha sacado Disney en mucho tiempo.
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