Las cajas misteriosas
Hoy voy a hablar de un cumpleaños que no es el mío. Y como no es el mío no daré pistas sobre la identidad de la persona en cuestión, sino sobre el regalo y la fiesta de celebración que hubo este pasado viernes, pues detrás tenía trabajo, y como puse bastante ilusión en el tema, me apetece hablar de ello.
El regalo era el fabuloso cómic Locke&Key, en edición integral, una obra que es bastante recomendable, y que en cuanto leí supe que se lo quería regalar. Pero eso de comprar el libro, ponerlo para regalo y darlo sin más no tiene gracia, de modo que tenía que ser un poco más elaborado y sobre todo adecuado a la temática del regalo.
Los cómics irían en el cofre que se ve, al cuál instalé dos candados, y para abrirlos hacía falta llave. Podría haberle dado el cofre sin más y las llaves. Pero sería demasiado simple, así que compré una pequeña caja fuerte, que por fuera parece un libro, y que dentro contenía una pequeña caja (la que se ve en la foto), la cuál tenía una de las llaves que servían para abrir el cofre.
No me maten por el vídeo vertical, lo hice con el móvil y la mano mala.
Sin embargo, aquí no acaba la cosa. Como ya he mencionado, esto incluía una fiesta "semisorpresa" de cumpleaños, en la que la persona agasajada sabía que había algo, e incluso sabía el día, pero no sabía qué ni dónde. Así que ahí es donde me puse a mover hilos, y a trazar uno de esos planes que quedan bien en las series de televisión, pero que en la vida real acaban casi siempre en chapuza.
El plan era el siguiente: yo recogía a esta persona en su casa (sí, a estas alturas creo que es más que obvio de quién estoy hablando, pero así tiene más gracia) e íbamos a un sitio predeterminado, que ella no sabía y yo sí. Ahí nos encontraríamos con algunos de los invitados sorpresa, que le darían una llave, y la pista para ir al siguiente punto de recogida. Pero sin decirle a qué, claro.
Y así, yendo de punto a punto, el plan consistiría en ir recogiendo a la gente, que le fueran dando las llaves y las pistas, para acabar llegando al restaurante a la hora, y que dentro estuvieran el resto de invitados, también con llave, para a la hora empezar a cenar.
Inexplicablemente, la cosa salió bien, la gente estuvo puntual y los tiempos quedaron perfectamente medidos. Nadie se dejó la llave, ni se perdió, ni se confundió de sitio... Todo a pedir de boca.
Y una vez en la mesa, con todo el mogollón de llaves, le di el cofre, mientras recogía con una sonrisa su mirada de odio, sobre todo el momento en el que veía que solo podía abrir uno de los candados y que... había otra caja.
Entre una cosa y otra, entre comprar los componentes (que en dinero se puede hacer por muy poquito, por cierto, por si alguien quiere copiar la idea), montar y desmontar candados, atornillar y desatornillar cajas y tapas, organizar a la gente, hablar con unos y con otros, le metí bastante tiempo, pero la verdad es que lo hice con muchísima ilusión y el resultado fue el que esperaba. Y por eso, como dije al principio, me apetecía hablar aquí de ello.
Hasta me había hecho el diagrama de cajas y llaves, para no liarme.
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