El Guernica de H.R. Giger.
Secuela de Prometheus, que a su vez es precuela de Alien: El Octavo Pasajero, Alien Covenant es otro fallido intento cinematográfico de expandir el unverso de los xenomorfos y la poderosa corporación Weyland Yutani.
Es fallida, entre otras cosas, porque no sabe a lo que juega. Cuando en 1979 Ridley Scott sacaba la primera película de la franquicia, daba una interesante perspectiva al cine de terror, que en su secuela Aliens, sentaba un precedente para el cine de acción. Aquí intenta tocar un poco de cada palo, intentando irse además por lo filosófico, quedando un refrito extraño que no se decanta por un lado ni por el otro, y lo que es peor, no consigue captar el interés porque además a ratos es aburrida. Y encima tampoco consigue captarlo porque la mayoría de los personajes, sosos y planos (si acaso se salva Tennessee, al que con el cliché de cowboy espacial tratan de dar un poco de personalidad), importan una mierda, y su inminente muerte horrible se convierte en un acto de mero trámite.
Pero es que además la suspensión de la incredulidad baila hasta caerse, y si ya a Prometheus se le criticaba la estupidez de los protagonistas, aquí tenemos una película que directamente va de gente que se merece lo que le pase. "Oh, un planeta desconocido, salgamos sin protección, a pisar y toquetear todo, a manos desnudas". En serio, creo que salvo frotarse los genitales contra un árbol, hacen todo lo que NO hay que hacer.
Eso, unido a un villano que más que interesante es cansino (con detalles, además, que supuestamente dan personalidad y solo resultan absurdos, como ese sintético al que le crece el pelo hasta hacerse grunge) convierte este experimento en una película a evitar, y que más allá de intentar ahondar un poco más en los orígenes de la saga, aporta muy poquito. Y ni siquiera eso, pues resulta ser completamente irrespetuosa con sus propias reglas (tiempo de gestación de un xenomorfo: arbitrario y aleatorio) y si ya de por sí el puzzle encajaba mal, con eso termina de volcar la mesa y tirarlo todo por el suelo.
Se medio salva en algunas escenas que parecen homenajear a las películas clásicas de Alien, pero en cuanto se desvía de ahí... agua. Sigourney Weaver debe de estar llorando en una esquina. Eso, o acariciando su gato mientras ríe.
Y digo yo, que puestos a hacerla mala, al menos Ridley Scott se podría haber molestado en hacerla entretenida.
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