El alcalde y sus cuñaos.
Divertidísima sátira sobre política italiana que casi podría trasladarse a nuestro país, con momentos de auténtica hilaridad y que me ha sorprendido bastante, al ser una película que me he metido a ver simplemente porque no había otra cosa.
Se desarrolla en Pietrammare, un ficticio pueblo siciliano cuyo alcalde (una suerte de Berlusconi local) lleva años instalado en el poder, haciendo y deshaciendo a su antojo, con la corruptela más absoluta por bandera. Pero la gente se empieza a cansar y pide cambios, y cuando un escándalo fiscal acaba con el alcalde detenido, un vuelco electoral da la alcaldía al candidato de la oposición (en España esto último sería un poco de ciencia ficción).
El nuevo alcalde, un profesor de instituto que nunca se ha dedicado a la política, resulta ser un hombre completamente probo e íntegro, con una honradez a prueba de todo que le lleva a hacer algo con lo que nadie contaba... ¡cumplir con su programa electoral!
Entró prometiendo cambios y vaya si hay cambios. Pero con esos cambios el ecosistema del pueblo, montado sobre el perpetuo chanchullo y la cultura de la picaresca se empieza a desmontar, y de repente todos sus habitantes se ven desbordados cuando reciben multas por no cumplir las normas, ven desestimadas las solicitudes que no se ajustan a Derecho... y los funcionarios tienen que abandonar el bar para presentarse en sus puestos de trabajo.
Y claro, tanto cambio pone el pueblo completamente patas arriba, y la gente que pensaba que para que cambiaran las cosas no tenían que cambiar ellos se solivianta y se pone en pie de guerra contra el alcalde.
La verdad es que es una película que me ha parecido muy divertida. Algo histriónica tal vez en algún momento puntual, pero con golpes que me han sacado la carcajada, y las tres partes; la situación de caos y corrupción iniciales, la estupefacción ante la nueva situación y los tejemanejes contra el alcalde, quedan muy bien pintadas, teniendo además un cierre muy adecuado.
Luego uno se da cuenta de que hay ficciones que no se separan tanto de la realidad y se quitan un poco las ganas de reír, pero al menos durante los 90 minutos que dura la película, se pasa un muy buen rato.
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