Si sigues la serie, pillarás la referencia.
El viaje que terminaba ayer al filo de la medianoche empezaba el viernes después de comer. La cosa es que mi señora novia tenía que ir el viernes a Madrid por motivos de trabajo, y aprovechando la coyuntura me fui yo también y pasamos ahí el fin de semana. Ella se fue a primera hora de la mañana y yo llegué allí sobre las 17:30. Aterrizaje y metro, y ya estaba en el hotel.
Ese día tocaba cena con la gente del trabajo (no del mío, del de mi señora), a un sitio bastante molón de La Latina, de donde destaco el rico postre, especialidad de la casa.
Jabón comestible.
El sábado por la mañana un poco de cultura, así que nos apuntamos a la visita guiada de Sandemans, pues nos parece una idea muy interesante ver cómo es la visita guiada cuando ya conoces la ciudad, y lo cierto es que no decepciona. Nos quedamos con las ganas de coger las rutas de la Inquisición y el Siglo de Oro que, por horarios, no nos cuadran. Ya habrá más veces.
Para comer quedamos con unos amigos de TdN, con comida mediante tapas y terminando con un riquísimo sitio de tartas. Comida rica y compañía agradable. Cuando nos despedimos damos un paseíllo y nos dirigimos a Gran Vía, donde tenemos la siguiente etapa del camino: ir al teatro Arlequín a ver "El Cavernícola", representada por Nancho Novo.
Muy graciosa, y con momentos de verdadera carcajada (pregunten a mi señora novia por las toallas), pero un monólogo que tiene sus años y se nota, de manera que algunos chistes ya se han quedado un poco viejos.
Domingo por la mañana socializar más, y quedamos con unos amigos en un sitio (aunque por un fallo mío de comprensión lectora aparecemos en otro) y quedamos para el almuerzo, que ellos tenían luego comida familiar. Para comer nos pegamos el paseo desde Ópera hasta la glorieta de Bilbao, para dar buena cuenta de unas ricas hamburguesas en el Goikoa Grill, y para bajar la comida nos liamos a andar, pasando por delante de la sede del PP, el museo nacional arqueológico, Cibeles, Neptuno y la peregrinación a la plaza Duque de Alba, sede de mi querido Ministerio del Tiempo.
Seguimos con el paseo, cerrando la ruta en Ópera, donde cogemos el metro, volvemos al hotel a por las maletas y ya nos vamos al aeropuerto. Llegamos sin aprietos ni prisas y nos jamamos un retraso de una hora, del que hablé ayer.
Una escapada corta, que ha cundido bastante.
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