Aviso: la imagen puede haber sido dramatizada.
No va la cosa para quejarme de volumen de trabajo (que aunque ha crecido sigue sin llegar al exagerado trajín que teníamos en tiempos de la RGI) sino para plantar una de esas entradas tontas que pongo cuando no se me ocurre de qué escribir en el blog, y es que me toca hacer la revisión médica y hoy era el turno de la analítica. Lo que viene siendo ir en ayunas, con el frasquito de Cruzcampo (perdón, orina) y a recibir el pinchazo para sacar la muestra de sangre.
He de confesar que a mis años (40 ya, si mi DNI no miente) sigo teniendo pánico a las agujas, posiblemente producto de aquel verano del 87 en el que estuve malo y tuve una temporada, literal, de inyección diaria, lo que me compele poderosamente a mirar en otra dirección cuando asoma la aguja.
Y la semana que viene, a la revisión, a ver si no me dan muchos disgustos.
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