Como vista desde lo alto.
Seguimos con la ruta de Milan. El domingo por la mañana nos levantamos y, guiados por SC, nos vamos a la estación de tren, para ir a ver el lago Como, que nos conduce a la estación y nos deja libres. Sin embargo, la conexión autobús-metro hace que lleguemos poco después de que se largue el tren, lo que nos tiene casi una hora esperando, hora durante la cual nos acercamos a ver de nuevo el castillo Sforza.
Por fin llega el tran, y ahí que vamos, como sardinas, hasta Como. Mucha gente, mucho calor y mucho ambientazo (con torneo de baloncesto callejero incluido). Ahí, tras hacer cola bajo el sol, compramos los tickets para el ferry y nos vamos a devorar unas porciones de pizza.
Una hora de ferry más tarde, llegamos al agradable pueblo de Bellagio, donde comemos (¡sorpresa, más pizza!), damos un paseo y al mirar los horarios de autobuses vemos que solo hay cada hora. Algo de agobio hace coger el autobús de vuelta a Como. Horrible hora y pico de autobús y curvas.
Llegamos a Como y aprovechamos para coger el funicular, para subir arriba y disfrutar de las fabulosas vistas. Esa parte bien, pero al bajar, una cola terrible nos hace tener que esperar más de lo previsto.
Una vez abajo, serían como las 7 de la tarde, nos vamos a dar un baño en el lago. Agua fría, y no muy limpia. Pero con el calorazo, se agradece. Tras el baño, damos un paseo por el pueblo y apuramos hasta el último tren, el de las 22:16, para estar por ahí y cenar... sí, pizza.
En el tren vamos cómodamente, hasta que en Saronno, que ni siquiera es Milan, se para y tenemos que hacer trasbordo, con un tren que llega con retraso. Pero por fin llegamos a Milan, y un taxi nos lleva a casa, donde los mosquitos nos esperaban con las alas abiertas.
Una masacre de mosquitos antes de ir a dormir no impide que nos cosan a picaduras, y que el lunes amanezcamos con extremidades hechas un cisco. Desayunamos, hacemos las maletas y nos vamos con SM y SC a tomar algo en el centro antes de ir hacia el aeropuerto.
En el aeropuerto pasamos el control de seguridad, comemos y, contra todo pronóstico, el avión sale a su hora y llega a Bilbao sin retraso, a pesar de viajar en él SN.
Y eso ha sido, más o menos, la escapada a Milan.
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