Un pequeño belga nos atacaba con su orina.
Desde la capital belga actualizo contando mis andanzas, en una historia que comienza con un cruel madrugón. A las 5 sonaba el despertador, pues a las 6:45 tenía que estar en el avión que salía rumbo a Madrid, y ahí hacer la conexión con Bruselas, donde hemos aterrizado a las 11:15.
No hemos tardado mucho en llegar al centro y de ahí a nuestro hotel, que está en una ubicación inmejorable: a un minuto de la Grand Place.
Pero como hasta las 15:00 no nos daban la habitación, nos hemos ido a dar un paseo, a comer unas patatas fritas de emergencia, y otro paseo más largo, hasta que hemos parado a comer en la calle de los restaurantes griegos (un gyros más seco que el desierto de los Monegros).
Una vez instalados N la habitación, nos hemos ido a la visita guiada que habíamos conversado con Sandemans, de la que somos muy fans.
El tour gratuito una gozada, como de costumbre, muy instructivo y lleno de chascarrillos, con consejos útiles de supervivencia.
Al acabar, asalto a una bombonería con rico chocolate belga, un paseo para cenar y vuelta al hotel.
Mañana: excursión a Brujas.
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