¡La caja, la caja!
Esto sucedió el lunes, pero como no me acordé de ponerlo y no se me ocurre nada más interesante que poner hoy, aquí lo dejo.
Como bien es sabido, ayer fue 25 de diciembre, día de regalos y parabienes, y entre la gente a la que suelo regalar cosas está mi padre, quien me había pedido cierto artículo concreto, que por no volverme loco buscando en tiendas miré en Internet y lo vi en Amazon.
Al comprarlo me decían que llegaría el jueves 27 (mañana). Sin problemas, ya que tampoco pasaba nada si a mi padre le daba el regalo un par de días más tarde. Y dado que coincide que mañana trabajo, pues ponía la dirección de la oficina y santas pascuas.
Y esto que el lunes (día 24) recibo un mail diciendo que ya está en reparto y que llegará ese día. Claro, el 24 es hábil, pero en mi empresa ese día se cierra, sin que hubiera nadie para recogerlo. Si fuera cualquier otro día, aunque no estuviera yo me lo podría coger el compañero de seguridad, pero casualidad, el día que no va a haber nadie.
Miro y veo que está la opción de que lo recoja algún vecino que viva cerca, y entonces me acuerdo de mi amigo Johny, que vive en esa misma calle. Le llamo y me dice que sí va a estar en casa. Al de un par de horas me avisa de que ya ha llegado y aquí viene la parte divertida.
Llego a su portal y le escribo para decirle que estoy ya abajo. Casualmente en ese rato veo que viene un repartidor de Amazon, toca un timbre, no recibe respuesta y se va. Baja Johny y me da el paquete.
Un poco más tarde me escribe para preguntar si me he cruzado con algún repartidor de Amazon. Efectivamente, el que tocó el timbre y esperó menos tiempo que el que tardó en bajar Johny, era el que él estaba esperando. Se sacrificó heroicamente para que mi padre recibiera el regalo a tiempo... el espíritu de la Navidad. Y la ley de Murphy.
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