Parece un ejemplar de National Geographic.
Un chirigotero en paro y con una situación familiar complicada acaba metido de patas en una operación a gran escala de tráfico de drogas, robando un alijo decomisado que va a ser destruido por la policía, con gente muy peligrosa, mucho dinero de por medio y los carnavales de Cádiz con su concurso de chirigotas, en una historia que se irá liando como suelen liarse este tipo de historias.
Hecha a medida de su protagonista, el humorista Salva Reina (si te hace gracia el gracejo gaditano como concepto ve, y si no, huye) y dando también mucho protagonismo a la festividad de los disfraces y las canciones, esta es un poco la típica historia de "perdedor metido en embrollo", con un villano al que no se cree nadie (Joaquín Núñez), un secundario de lujo que llena la pantalla (Manuel Manquiña), una exageradamente chonificada Maggie Civantos y una Manuela Velasco que, bueno, sale en la película.
Se deja ver, ya que es bastante entretenida, y aunque no es estrictamente una comedia, como el protagonista se pasa el rato con sus ocurrencias y sus chistes, alguna acaba haciendo gracia y es cierto que me ha sacado más de una sonrisa (igual es una tontería, pero el de "en Cádiz hay tanto paro que se creen que cotizar es una marca de Whisky", me ha sacado la risa floja). El argumento no es nada del otro mundo, pero al menos ofrece un giro que, sin dejar de ser un tanto cliché, funciona bien y le da salsilla. Luego tiene sus dejes cutrecillos y en ocasiones se le ven las costuras, pero tampoco le exigía que fuera una película perfecta.
Pero si algo destaco de ella, y es su punto diferencial (para bien o para mal, eso ya a gusto del consumidor), es en la importancia que tienen las chirigotas en la trama.
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