Esperando a #TdN2020 con unos churros.
Lo malo de las Tierra de Nadie es que se terminan y toca volver a la realidad. Como de costumbre, hoy no voy a hablar de las jornadas, sino de cómo fue ir y volver de Mollina a Bilbao.
La ida ya partía con una cierta dosis de suspense, con todo el tema de la huelga del aeropuerto que, por suerte para mí, fue desconvocada. Eso permitió que tras el madrugón, a las 8:30 yo ya estuviera subido en el avión, y sobre las 10 de la mañana en el aeropuerto de Málaga.
De ahí tocaba ir a Mollina, por lo que fui a la estación de autobuses, y tras esperar como hora y media por fin cogí el destartalado Málaga-Mollina, digno de algunos relatos de H.P. Lovecraft, pero que me dejó ahí sin mayores complicaciones.
Llegué, hice checkin en el hotel (esta vez varié, fue el La Nuit) y quedé con unos amigos que tenían el mismo plan que yo de ir el día antes (una costumbre cada vez más extendida) y fuimos a comer al Saydo, para hacer sobremesa en la piscina.
Una tarde de delicioso no hacer nada más que chapotear y saludar gente, para por la noche hacer la primera visita al Pepe John´s, si bien por la cosa de dosificar me retiro bastante pronto.
Dejamos el relato con un Jokin y su mochila caminando hacia el CEULAJ el jueves a mediodía para dar un salto al futuro y plantarnos en la mañana del lunes.
Despierto tras dormir apenas un par de horas, voy a recepción, donde me despido de mucha gente y me recoge el vehículo que me ha de llevar a Málaga. Con una amena charla (sobre todo el rato que, para evitar el macroatasco paramos en un bar a desayunar) llegamos a la capital, donde comemos y me despido, antes de que me acerquen al aeropuerto. Allí me quito la acreditación del cuello y vuelvo a la realidad cuando subo al avión, pensando en cuánto tiempo falta para la próxima edición de las jornadas.
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