De Berlín a Valencia.
Hay películas con finales buenos, otras con finales malos y otras, como esta, de las que no se puede decir que tengan un final. Y eso me cabreó bastante, pues la verdad es que la película tenía todos los elementos para ser uno de los grandes thrillers de la temporada pero no se han acordado de darle un cierre. Que a ver, una cosa es dejar un final abierto o ambiguo, pero lo de esta película es excesivo. Me gusta mucho el símil que he leído, que la compara con el episodio piloto de una serie que nunca se llega a continuar.
Dicho eso, toca contar de qué va, porque lo que sí nos cuenta nos lo cuenta muy bien (lo que acrecenta mi rabia), y nos habla por una parte de un escritor de novela negra que tiene a bien cometer los asesinatos en los que se basa para escribir sus exitosas novelas y entrecruza la historia con una trama de drogas y corrupción político-policial en ese pantano metafórico que es la ciudad de Valencia, y que crea una atmósfera perfecta para la película. Con claras reminiscencias a Dexter, The Wire, El reino, Perros de paja o La isla mínima, nos va describiendo muy bien todo ese mundillo, desde los ojos de un espectacular Nacho Fresneda como sicario y la aparición estelar de Carmina Barrios de mafiosa gitana, que bordan sus papeles.
El viaje que nos propone El silencio del pantano es muy disfrutable para sentarse y admirar el paisaje. Lo malo es que al de hora y media frenan en seco y nos obligan a bajarnos del coche. Una verdadera lástima, pero es algo demasiado común, el síndrome de película que podría haber sido buena si la hubieran sabido acabar.
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