Falta la planta rodadora.
Llevo desde mediados de marzo, como mucha gente, trabajando desde casa. Pero un día a la semana me toca ir físicamente a la oficina, pues nos turnamos para dar entrada al papel que entra físicamente, que no es mucho pero hay que hacerlo. Y entre una cosa y otra, como ha pillado la Semana Santa por medio, llevaba cerca de dos semanas sin aparecer por ahí, y la sensación era extraña, acrecentada por lo vacío del generalmente bullicioso edificio. Y que mi trabajo, que suele ser atender a gente, a mucha gente, se reducía a trabajar con papeles (pocos) y llamadas telefónicas (de estas unas cuántas más, aunque eso también lo hago en casa).
Lo bueno es que en este periodo de encierro, poder salir de casa, aunque sea para ir a trabajar, se agradece cual solpo de aire fresco.
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