Vaas Montenegro, el malo de la película.
A pesar de lo que podría sugerir el 3 del título, Farcry 3 no es una secuela, sino que, como pasa con otras sagas de videojuego, como GTA o Final Fantasy, cada entrega es independiente de las demás y cuenta con una historia distinta pero elementos en común. En el caso de la saga Farcry parece ser el de mundo abierto en terreno más o menos paradisiaco y lleno de gente peligrosa, con una historia principal pero mucha misión secundaria y mil mierditas que recopilar.
En este caso, el juego nos pone en la piel de Jason Brody, un turista americano que va a parar a una isla del Pacífico, tomada por piratas y tanto él como sus amigos son capturados por el malvado y peligroso Vaas. Jason consigue escapar, pero tiene que liberar a sus amigos, algo que conseguirá con la ayuda de los habitantes de la isla y la energía mística de los Tatau, con tatuajes que irán apareciendo en su brazo a medida que gane experiencia y habilidades nuevas.
Como suele pasar en este tipo de juegos, la gracia está en perderse por la isla y hacer misiones secundarias, entre las que destaco la toma de bases enemigas, donde puedes optar por tácticas tan variopintas como colarte silenciosamente para pasarlos a todos a cuchillo, liarla como francotirador, entrar a lo loco con un lanzallamas o, mi favorita, liberar un oso o un tigre para que haga el trabajo sucio por nosotros. De misiones secundarias también me gustaron las de ir desbloqueando torres de control, que sirve para abrir el mapa y eran puzzles que recordaban mucho a algunas tumbas de los Assassin´s Creed.
Contento con el resultado, diría que Farcry es un juego al que no le han sentado mal los años y que además es relativamente corto, aunque es verdad que si nos ponemos a buscar todas y cada una de las reliquias, cartas y demás, podremos alargarlo bastante. Una vez terminada la historia principal y hechas las misiones secundarias, la búsqueda de objetitos deja de ser un juego de matar para convertirse simplemente en uno de exploración. Aunque para cuando lleguemos a ese punto, habremos dejado un buen reguero de cadáveres en la isla.
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