viernes, 16 de octubre de 2020

Akelarre

No confundir con el juego de rol cuasihomónimo.

Gipuzkoa, 1609. Un inquisidor y sus soldados llegan a una pequeña aldea pesquera a practiar una caza de brujas, acusando a un grupo de muchachas locales de formar parte de algo a lo que llama "Sabbat" y de copular con Lucifer y lindezas por el estilo. Atrapadas y sin salida, ante la perspectiva de ser quemadas vivas tras un juicio farsa, las chicas idean un plan para darle al juez lo que ha venido a buscar y dilatar el proceso con tal de ganar tiempo, haciéndole creer que de verdad son brujas. 

La historia irá avanzando, mostrando a veces de forma muy cruda el calvario de las chicas y las supersticiones propias del oscurantismo de la época, con una recreación estupenda y unas interpretaciones maravillosas, con Alex Brendemühl como un juez tan perturbador como perturbado o Amaia Aberasturi como una de las chicas, y la película alcanza su clímax con la escena del akelarre, pues obviamente con ese título TIENE que haber uno, y juega con la ambigüedad que nos hace dudar, durante parte de la película, si realmente son brujas o simplemente unas pobres chicas a las que les gusta salir al campo a bailar.

En cualquier caso, valga como homenaje a todas esas "brujas" que sí existieron el la realidad, mujeres que sufrieron los tabúes y la represión de toda forma de expresión artística o meramente lúdica, todo aquello que supusiera no circular por los cánones de lo que se consideraba correcto y que es lo que verdaderamente se perseguía. Supongo que no faltaría quien hoy las llamara feminazis.

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