Esta vez sí, sabía dónde me metía.
Una trama perfectamente hilada, en la que cada elemento visual nos permite indagar en la psique de dos titanes frente a frente, reflejando cada uno a su manera las dos facetas del yo, y que nos regala en cada una de sus sutilezas un mensaje que... sí, hombre, claro. Que no, que esto es lo que es, y lo que debe ser: dos bichos gigantes repartiéndose piñas y destrozando edificios, en una película que no tiene sentido ni lo necesita.
Todo empieza con la revelación de que Kong está viviendo su propio show de Truman y Godzilla, que hasta entonces estaba descansando apaciblemente en su plaza de func... papel de defensor de la tierra, decide tomarse una excedencia en eso de no romper y decide liarla un poco en Florida. Como consecuencia, con un plan que no tiene sentido relatar aquí (no tiene sentido, punto) deciden que lo mejor es llevar al mono y al lagarto al centro de la tierra, para que se peguen ahí y dejen al resto del mundo en paz. Y para eso usan a Kong como cebo, lo que da para la primera pelea que es ridícula, pero nos ofrece a un gorila gigante surfeando portaaviones, así que compro.
Se llevan a Kong al centro de la tierra, donde el simio tiene su pisito montado y su hacha con bluetooth, y lo primero que hace es tener una bronca con sus vecinos. "Vaya lata que nos va a dar el nuevo", deben de suspirar las criaturas monstruosas del centro de la tierra. Monstruosas sí, pero no se habían metido con nadie hasta que fueron a incordiarles de la superficie.
Godzilla, mientras tanto, se va a Hong Kong, por cosas que no merece mucho la pena relatar, y en un momento dado hace un agujero en el suelo con su aliento, pero agujero en el suelo de los de llegar hasta el centro de la Tierra, concretamente a donde está la casa del mono. Nótese que Kong entró por la Antártida y Godzilla está en Hong-Kong.
Pues total, que el gorila sale por el agujero y llega hasta Godzilla (eso porque está en el centro de la tierra, que llega a estar en la línea 10 del metro de Madrid y todavía está subiendo), para zanjar la cuestión con talante, diálogo y puñetazos.
Ahí hay un momento muy raro en el que se empiezan a gritar a la cara y parece que se van a besar, pero correremos un tupido velo para hablar del verdadero villano de la película, pues ni Godzilla ni Kong son malos. El villano aquí es nada menos que... ¡Mechadragón! Sí, un mecha fabricado a través de una cabeza de Gidora (o sea, la Hidra), con un montón de palabrería científica metida al tuntún, que haría llorar a cualquier biólogo.
Y Mechadragon es malo porque... es malo porque lo han hecho los malos, que son malos porque... son malos porque quieren fabricar un arma capaz de destruir a Kong y Godzilla si se va la cosa de madre. Llamadme raro, pero eso suena bastante sensato.
Pero no es el proagonista, sino el recurso de la trama para que el gorila y la lagartija aúnen fuerzas y tengan un enemigo común contra el que unirse, de modo que le parten la cara y Kong se retira a vivir felizmente su jubilación en el centro de la Tierra.
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