¿Por qué se llama así? Ni idea.
Antonio es un prestigioso escritor que a principios de los años 70, para preparar su siguiente novela alquila una casa en un apartado pueblo de la serranía malagueña, donde le empezarán a pasar cosas raras y además de a la gente del pueblo conocerá la leyenda del Vímero, un ser de pesadilla que según los cuentos locales siembra el terror en la región.
Lo más logrado del libro es su atmósfera, con ese pueblo de España profunda, con miradas hostiles que nos hacen sentir incómodos y fuera de lugar, ese oscurantismo y ese temor a lo desconocido que se oculta detrás de cada sombra, y esa casa tan llena de secretos y misterios en la que se aloja Antonio.
Lo malo, y aquí tengo que hablar de sensaciones, es que tiene toda la pinta de ser una adaptación de una novela, y sin entrar en si es buena o mala, hay cosas que parecen haberse quedado por el camino, algunas de las cuáles no terminan de explicarse. A ver, que se puede entender perféctamente la película sin ellas, pero hay algunas que dejan preguntas en el aire, como el título. Uno puede pensar que el tema de los caracoles, que en la película no deja de ser una pincelada anecdótica, en la novela podría tener más sentido.
De su desarrollo, cuenta con un par de giros argumentales, uno que aunque es muy socorrido y lo habremos visto en mil películas y encaja bien, y el otro, que más que un giro es el epílogo, que me pareció que le quedaba como a un Cristo dos pistolas. No sé cómo será en el libro, insisto, pero me habría gustado más la película suprimiendo los últimos minutos.
Salgo, no obstante, contento, pues me apetecía ver la película por la atmósfera y la ambientación a veces casi lovecraftiana que sugería el tráiler, y en ese aspecto chapeau. La historia, bueno, para lo que yo le pedía, estaba al servicio del trasfondo.
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