jueves, 30 de septiembre de 2021

Maixabel

Banca Portillo, espectacular.

Es difícil hacer una película sobre un tema tan complejo y peliagudo como el terrorismo de ETA y más cuando se trata desde la perspectiva desde la que lo hace esta película, ya que habla sobre el arrepentimiento y el perdón de las víctimas, en algo que puede levantar muchas ampollas. Pero sobre eso ya hablaré un poco más abajo, de momento me voy a ceñir a hablar de la película como película.

Nos cuenta la historia del asesinato del ex-delegado del Gobierno de Gipuzkoa, Juan María Jauregui, a manos de ETA en julio de 2000, así como los encuentros que su viuda, Maixabel Lasa (interpretada por una Blanca Portillo que aquí me deja sin elogios disponibles) tuvo con los verdugos materiales de su marido (Luis Tosar, en su línea de genialidad y Urko Olazabal, al que no conocía tanto, también maravilloso), hasta llegar a un punto de conciliación que a muchos chirriará sin haberse siquiera molestado en ver la película. Alguno incluso llega a lanzar la osada afirmación de que esta película "blanquea" el terrorismo de ETA e iguala víctimas y victimarios. Nada más lejos de la realidad: la película deja bien claro que ETA era un pozo purulento de odio y dolor que nunca tendría que haber existido, y que pudría las cabezas de mucha gente, cosa de la que hasta muchos de sus miembros se acababan dando cuenta. Así que no, no blanquea nada. Tampoco equipara nada, pero lanza en boca de su protagonista una frase que siempre me ha parecido muy inteligente: "prefiero ser la viuda de la víctima que la madre del asesino", que señala también a las otras víctimas del terrorismo, esas de las que nadie se acuerda.

En cuanto al tema que toca, me parece especialmente interesante poder verla desde ambos puntos de vista, ya que para entender bien el conflicto (si alguien me va a decir que no era un conflicto, haga el favor de coger un diccionario) ayuda mucho saber qué es lo que pasaba por la cabeza de sus protagonistas. Porque entender no significa justificar, y porque de la misma manera que es importante saber qué pasaba por la cabeza de un alemán que en los años 30 votaba al NSDAP o lo que pasa por la cabeza de un chaval magrebí que se mete al Daesh, ayuda mucho saber qué llevaba a alguien a joderse la vida por militar en una organización que se dedicaba a joder la vida a otros. 

También me parece un tema muy interesante, y que se muestra bastante bien, la perspectiva de la víctima, con un mensaje claro: no hay una forma "correcta" de ser víctima, y eso es algo que muchas veces no se entiende y me da mucha rabia, porque suele ser que quienes busca instrumentalizar el dolor ajeno (cosa ya de por sí repugnante) no tolera que no se gestione de la forma que consideran que es la única válida. Y, en ese sentido, a tope con la protagonista y su "yo no obligo a que otros perdonen, pero tengo todo el derecho del mundo a hacerlo". 

Y ya por dejar mi postura clara y sin ambajes, lo mejor que hizo ETA en toda su existencia, y lo único bueno que les vi hacer fue desaparecer y dejar de destrozar vidas. Ya podrían otros seguir el ejemplo, ya...

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