La casa.
Este fin de semana he estado de casa rural, en Mallabia, pero casi podría decir que he estado de jornadas, pues los juegos de mesa han jugado un papel muy importante, ya que básicamente esa era la idea con la que íbamos: encerrarnos en una casa y pasarnos el fin de semana jugando.
El viernes a mediodía, aprovechando que ese día no tenía que trabajar, subí a Begoña, donde me recogían para ir. Parada estratégica para comprar algo con lo que hacerme un bocadillo y a casa. Allí comemos algo los primeros en llegar y echamos unas cuántas manos al decepcionante Shaman, al tiempo que damos buena cuenta de un bolsón de M&Ms.
Ahí descubrimos con horror que el pedido que habíamos hecho, con la comida para todo el fin de semana, ha llegado, pero no a la casa rural, sino que por un error va a la anterior casa rural en la que estuvo el que se encargaba de hacer el pedido. Concretamente en Karrantza, prácticamente la otra punta de Bizkaia. Por suerte podemos hacer un apaño, ya que hay gente que aún no ha llegado, de modo que trasladamos el pedido al sábado por la mañana y encargamos a los que están por venir que hagan una parada en el súper, para comprar cena.
Después, y por ir jugando algo más serio mientras llega el resto de la gente, jugamos un Stockpile, juego de comprar y vender acciones, donde no gano pero que me gusta bastante. Y cuando ya va llegando la gente, le damos al Fábrica de chocolate, donde me quedo a puntito de ganar y si pierdo es básicamente de rebote.
Durante la cena jugamos unas para mí desastrosas manos de Toma 6 y luego ya le damos a algo un poco más largo con el Borde Exterior, donde sí consigo ganar holgadamente.
Es ya sábado por la mañana, y tras un par de partidas a fillers, como Secretos entre amigos y Just one, nos vamos a por el Insondable, versión chtulhuoidea del clásico galáctica. Consigo ganar siendo de la facción de los traidores.
Por la tarde por fin consigo probar el Un puñado de meeples, donde también gano y el más sustancioso Boonlake, juego que me gusta mucho, aunque pierdo por poco en un apretadísimo final en el que podría haber ganado cualquiera. Peor se me da el Lisboa, juego al que dedicamos la noche, donde me lo paso muy bien pero quedo último.
El domingo por la mañana vuelvo a la senda de las victorias, con el Amanecer Rojo y después repetimos Just One antes de comer. La tarde, con la gente ya marchándose, la dedicamos a juegos cortos, como el Secret Hitler y el estresante Brick Party. Finalmente recogemos y para Bilbao, donde aprovechando que no llego muy tarde, me voy a dar un largo paseo de 100 minutos, para compensar los excesos de un fin de semana de sedentarismo absoluto y mucho comer.
Con ganas de repetir, pardiez.
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