Uno, dos y tres pinchazos.
Debo empezar diciendo que no soy un gran jugador de tenis, pero uno nunca sabe cuándo puede tener que acabar jugando el Open de Australia, así que para que no me pase como a Djokovic, pedí cuando se habilitó la cita para la tercera vacuna. Y hoy tocaba, teniendo además la suerte de que me pillara al ladito del trabajo, así que he salido, he ido, he hecho un poco de cola y me han pinchado, casi sin enterarme mi nueva ración de microchips de control mental.
El pinchazo no ha dolido, veamos qué tal se da la noche y si mañana estoy sin resaca.
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