A punto de empezar la escena final.
Hoy hemos terminado la campaña de este juego legacy que empezamos en diciembre, en el que cada jugador adopta el papel de una casa noble de un reino que asemeja muchísimo a Juego de Tronos, y por medio de las cartas de evento se va formando una historia.
Cada jugador tiene, además de los objetivos a largo plazo de su casa, objetivos a corto, que son distintos en cada sesión de juego, y se asignan con unas cartas, que se reparten los jugadores, eligiendo primero el que va perdiendo y serán las que determinan luego cómo se ganan puntos de victoria para ganar cada partida, lo que nos servirá para ganar coronas (blancas y negras) que, sin detallar cómo, influirán en el resultado final de la campaña.
Cada sesión se corresponde con el reinado de un rey, y se juegan varios turnos, dutrante los cuales se roba una carta de dilema, con su historia y sus posibles consecuencias, que se sugieren, nunca se dicen claramente (una carta nos puede indicar que si invertimos dinero en comedores sociales bajará el dinero y subirá la comida, pero no si es un -1 y un +1, un -2 y un +4 o un -3 o un +1), y la gracia del juego, porque si atendemos a la parte meramente mecánica es simplón, está en tomar las decisiones acorde con la idiosincrasia de la que hayamos dotado a nuestra casa (la mía, la honorable casa Maorlathas, era básicamente un partido de extrema derecha, deseoso de hacer a los ricos más ricos y a los pobres más pobres). Además, ganar una sesión tiene el aliciente de poder elegir el nombre del siguiente rey.
Y a lo largo de unas cuántas sesiones (unas 20 en unas 10 tardes, aproximadamente), hemos ido forjando la historia de un reino al que, lamentablemente (lamentablemente para sus defensores, que no era mi caso) no le fue muy bien, con un rey completamente enloquecido y la capital ardiendo hasta los cimientos y su tesorería literalmente saqueada.
No he conseguido ganar (he quedado 2º de 5), pero la verdad es que ha sido una experiencia muy gratificante. Eso sí, hay que tener claro que sus virtudes no son mecánicas sino narrativas y que es una propuesta que no tiene por qué gustar a todo el mundo. Sí que recomiendo a quien quiera probarlo, que se juegue entre cinco y se tenga una cierta regularidad, porque la gracia está en acordarse aunque sea por encima de la historia principal.
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