Hasta el infinito y más allá.
Este spinoff de la que seguramente sea la franquicia más conocida de Pixar (añadiría el epíteto "innecesario", pero entonces habría que preguntarse qué películas son necesarias) está protagonizado por uno de sus dos protagonistas, el icónico Buzz Lightyear, y la excusa utilizada para ello es que esta es la película que en 1995 vio Andy, el niño protagonista de Toy Story, de la que su juguete era merchandising. Una idea estupenda, que lamentablemente queda como algo meramente anecdótico y que podrían haber aprovechado mucho mejor.
Pero yendo a la película en sí, está muy lejos de estar a la altura de las grandes películas del estudio. Entretiene y a ratos emociona, cumple con el nivel mínimo que se le exige de calidad, el argumento es solvente y los personajes secundarios tienen gracia, pero ya. No innova especialmente en nada y, que nadie me entienda mal, que en absoluto es una mala película, pero cuando hablamos de Pixar parece que todo lo que no sea una obra maestra sabe a poco.
Por suerte no esperaba gran cosa de ella, así que me quedo contento con lo que he visto.
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