Pese a lo que parezca, no es una bomba.
Lunes por la tarde. Llegamos a Bilbao desde Pamplona, aparcamos la furgoneta y empezamos a descargar, y yo cojo... ¿mi mochila? No parece estar ahí, y no va a aparecer mágicamente, así que llamo a uno de los organizadores del evento y le pregunto "¿Hola, os ha aparecido una mochila por ahí?" "¿Una gris, con correas color cuero?"
Mierda, sí. Yo en Bilbao, mi mochila en Pamplona. Por lo visto, al quitármela cuando nos pusimos a cargar los juegos de la asociación, me aseguré de que no nos dejáramos ningún juego allí, pero me olvidé de mi propio equipaje.
Por suerte, nada que no solucionen 16 euros en Correos, y hoy ya tenía la mochila en la mesa de mi oficina, así que la cosa no ha sido tan dramática al final.
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