No recordaba así la Biblia.
No ha tenido mucho éxito la serie que nos cuenta las andanzas del maestro de Luke Skywalker en el periodo comprendido entre La venganza del Sith y Una nueva esperanza, y la verdad es que en parte entiendo las críticas, pues sin ser especiualmente horrible, es una serie bastante floja, que pese a tener escenas divertidas, alguna incluso épica, resulta difícil de disfrutar si no se apaga el cerebro. Sí, me entretuvo, pero lo cierto es que de calidad anda escasita.
No me gustó, por ejemplo, que se saltara de golpe y plumazo los inicios de Obi Wan como proscrito y diera un salto de diez años, para ponernos ya a Luke y Leia como niños, ya que se deja muchas partes de la historia que me habría gustado conocer, y al final queda en una sucesión de aventuras, con peleas, persecuciones y batallitas navales. Sin embargo, también creo que en su mayor defecto reside su virtud, y es que a diferencia de otros productos de la franquicia, sí que consigue rescatar ese toque naif de las películas, y si uno se olvida de sus numerosos despropósitos argumentales, es una serie bastante disfrutona. ¿Mola ver pegarse a Vader y Obi Wan? Mola. ¿Tiene sentido que se hubieran zurrado en esa parte de la hstoria, en relación con el canon establecido por las películas? Ni el más mínimo, pero mola.
Porque de eso se trata, pues cuando me siento a ver algo con el sello de Star Wars no tengo un especial interés por que me cuentan historias profundas con complejas tramas y una coherencia argumental, porque no es lo que le pido (eso lo busco en otros sitios). A Star Wars le pido navecitas, espadas de colores y homenajear al niño que fui y que pegaba botes en el sofá viendo las películas antiguas.
Y eso, aunque no sea en absoluto una buena serie, me lo da.
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