El antiTitanic.
El título de la película hace referencia al término que utilizan los cirujanos plásticos para hablar de la arruga que se forma entre las cejas, algo que se suele arreglar con Botox, algo que sería muy de pijos y superficiales, pero sobre todo de gente con dinero, que eso no es barato.
Y no es baladí el apunte, ya que de eso va esta inclasificable película, que con una curiosa sátira confronta dos realidades, la de los ricos y gente que nace de pie para vivir en una burbuja con la de los curritos que sacan adelante el trabajo sucio (comentario que tampoco es casual) y son invisibilizados por los primeros.
La película, en tres actos muy diferenciados, parece centrarse en Charlie y Yaya, dos cotizados (y guapísimos) supermodelos, que vertebran la historia, primero en una escena que nos va presentando el mundo y su relación, luego en un crucero de lujo, en el que pasan cosas, y por último en un inesperado tercer acto, donde también pasan cosas.
Sin duda me parece una película llena de lecturas, con mensajes algunos más obvios y otros más sutiles, pero que a mi parecer peca en exceso de su regodeo por lo escatológico, y aunque yo no la entendí de esa manera, a juzgar por las reacciones de la gente que estaba en el cine, habrá quien se la tome como una disparatada comedia.
En cualquier caso, me alegro de haberla visto sin saber siquiera de qué iba.
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