La trama.
Quien viendo el cartel y el trailer piense que esto es la típica comedia romántica en la que chico conoce a chica, se atraen, pasan cosas, sale mal, se reencuentran y aunque no se soportan en el fondo están enamoradísimos hasta las trancas y terminan juntos, pue no se equivoca, ya que la película es exactamente eso. Pero funciona como un reloj, ya que entretiene, se pasa en un volado y el final nos deja con una sonrisa en los labios, y es que no hay que olvidarse de que la función del cine es precisamente esa, y que no hace falta reinventar el medio con cada película que se estrena.
Los protagonistas son Bea y Ben, que se conocen en una cafetería, se enrollan y por uno de estos malos entendidos tontos que solo pasan en la ficción, y que en la vida real se solucionarían hablando dos minutos, terminan odiándose, y todo el cacao empieza cuando tienen que coincidir en una boda en Australia, donde para no chafar la fiesta a sus familiares y amigos, fingen no llevarse bien, e incluso llegan a fingir que son pareja. Nada particularmente original, pero como decía arriba, no siempre eso es algo necesario.
Con esta película uno sabe desde el principio lo que va a ver, y eso también es bueno.
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