Del sueco Karu (Horror) y Sell (Park).
Hecho el preceptivo chiste con Ikea cuando vemos que es una película de terror sueca ambientada en un siniestro parque te atracciones, toca hablar de la película en sí, que es básicamente un slasher completamente genérico, del que probablemente en unas semanas me habré olvidado.
Esto va de que una chica trabaja en un parque de atracciones, y le toca hacer el turno de noche, para un supuesto evento al que han sido invitados los guays de la clase, una cuadrilla de adolescentes gilipollas, a los que estás deseando que los maten desde que abren la boca. Ella tiene algún tipo de traumas, con ese grupo y con otra chica, de la que no sabemos nada, y lo que parecía que iba a ser una divertida fiesta, se empieza a torcer cuando descubren que están solos en el parque. Aislados, encerrados y sin teléfonos móviles. Lo de que aparezca el loco enmascarado con un hacha casi parece lo de menos.
A partir de ahí, lo que cabe esperar de una película del género, con personajes arquetípicos muriendo, muchas veces presa de su propia estupidez, y un final con el típico giro para que, si cuela y la película tiene éxito, se pueda estirar el chicle.
No es atroz, se deja ver, pero su aportación, más allá de hora y media de entretenimiento insulso, es nula.
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