No son zombis, son discapacitados vitales.
Hace tiempo que el género zombi dio el salto del terror a la comedia gamberra, y no son pocos los ejemplos de películas con muertos vivientes, acción y cachondeo. Esta se suma también al carro, pero con un giro de tuerca que le da su propia personalidad, y es que aquí los zombis son (al principio) pacíficos y están más o menos integrados en la sociedad. Y digo más o menos, porque el racismo antizombi y el debate sobre si son personas o no (que creo que ya aparecía en la serie In the flesh) es parte importante de la misma.
La película nos cuenta la historia de un grupo de pringados trapicheros, que malviven en su trabajo de recogida de zombis, y la cosa se complica cuando en su camino se interpone la megacorporación malvada de turno, con sicarios que acaban siendo igual de patanes que los protagonistas.
Con un planteamiento brillante y un segundo acto que resulta, aunque funcional, más genérico, la película me resultó tremendamente divertida y una más que digna sucesora espiritual de Shaun of the dead.
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