Padres no hay más que cuatro.
A lo tonto ya va por su cuarta entrega de la saga de la gran familia de Santiago Segura. Uno de los máximos exponentes del cine cuñao, pero que para mí es una zona de confort cinematográfico. Estas películas son para mí un espacio seguro, en el que sé lo que voy a ver y las disfruto, con sus ñoñerías, sus tontadas y sus finales simpáticos, de buen rollo.
Mantiene una cosa que es ya muy característica de la franquicia, que es meter siempre su girito argumental, haciendo que las cosas parezcan ir por un lado y en realidad vayan por otro. Sin grandes artificios (tampoco nos vayamos a esperar El sexto Sentido), pero que funcionan muy bien.
Además, tiene el plus de que después de tantas películas y de verlos crecer, se les acaba cogiendo cariño a los personajes, de modo que aunque a veces se convierta en una mamarrachada, es una mamarrachada que yo cojo con gusto.
Si sale quinta, seguramente la vea. Me gustan las películas que dan lo que prometen.
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